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Guía de Isora  8 de Noviembre de 2013
Paulo Antonio Paranagua:
“El documental no
reproduce la realidad,
sino que la reconstruye”
El famoso historiador de cine es uno de los miembros del jurado internacional de MiradasDoc.

Paulo Antonio Paranagua es una de las personalidades más autorizadas en el ámbito del cine documental contemporáneo. Nacido en Brasil y residente en París, es periodista e historiador de cine, además de una de las más reputadas firmas sobre el documental latinoamericano. Paranagua es uno de los tres miembros de los jurados de cortometraje y largometraje internacional del VIII Festival MiradasDoc. En esta entrevista nos ofrece su lúcida visión sobre la función del cine documental actual.
¿Cuál es papel del cine documental en el panorama actual del arte y la comunicación?
-De manera general creo que en este momento en el que hay muchas cosas que cambian en todo lo que tiene que ver con el cine, con la televisión, con las pantallas en general, con la multiplicación de medios audiovisuales y nuevas tecnologías de comunicación, el documental es como una plataforma, un laboratorio donde están ocurriendo experiencias interesantes. Hay más experimentación incluso en el documental que en el cine de ficción, que tiene toda una carga comercial, industrial, una serie de requisitos, equipos muy grandes que hacen que se busquen caminos más clásicos, sin salir mucho de lo ya conocido, mientras que en el documental yo veo en diversos países, en Europa, en América, en Asia, que lo usan para hacer una búsqueda de lenguaje, una búsqueda sobre cómo las imágenes y los sonidos pueden dar más de sí y expresar mejor la complejidad, los matices del mundo en el que vivimos, de las disyuntivas que tenemos por delante.

¿Cuál cree que debe ser la función de festivales como MiradasDoc?
-El festival cumple una función muy importante porque el documental ha sido siempre el pariente pobre del cine, al que no se le da mucha atención, al que a veces se esconde como si fuera una vergüenza, y cuando descubro una cinematografía, cuando veo lo que se está haciendo en un determinado país, me doy cuenta de que a menudo hay cosas más estimulantes que en el cine de ficción. Es necesario no solamente preservar ese espacio, lograr que se mantenga esa producción documental, que en general es independiente, sino difundirla y abrir nuevos espacios, porque ese cine también necesita ser visto.

¿Y cuál es el medio por el que debe difundirse?
-Su ventana natural sería la televisión. Teniendo en cuenta que se han multiplicado los canales, podría haber más espacio en la programación para el documental. Sin embargo, no siempre ocurre así, porque también es un poco el campo de experimentación de lo que podríamos llamar la antitelevisión. Hoy las normas del reportaje y la realidad inmediata las da la televisión en todos los sentidos –formato, tiempo, cuánto tiene que durar cada toma, cómo se tienen que hacer las entrevistas, etc.–, y si no se siguen a rajatabla, la televisión no quiere esas producciones. El documental, al oponerse a todo eso, crea nuevas formas, pero necesita también de la televisión porque sin ese espacio no llegará a un público más amplio, y la vocación del cine y de los que hacen cine es llegar al público, establecer un diálogo. No se trata de hacer la peliculita para mostrársela a un grupo de amigos; se trata de ampliar la visión de los demás, de comunicar, de intercambiar con ellos. La relación con la televisión es curiosa, paradójica, tensa, pero el documental tiene que lograr insertarse y encontrar su espacio propio.

Algunos canales de televisión están abriendo un camino hacia el documental-espectáculo y, frente a ello, el documental de autor podría buscar una salida a través de Internet. ¿Cree válida esta vía?
-Internet es una posibilidad, pero la calidad del visionado no es la misma que en la televisión. Algunas películas que vemos en este festival muestran que hay un trabajo muy importante en cuanto a la imagen y al sonido. El sonido en particular en Internet suele ser horrible, a pesar de que se use incluso como medio de difusión musical, pero para reproducir un documental la pantalla de un ordenador me parece algo horroroso. La sofisticación de la imagen y del sonido, a veces extraordinaria, no se ve en Internet. La Red es una forma nueva de sociabilidad, de interactuar con otros, de vincularse a otro tipo de redes, y no me refiero solo a las redes sociales, sino a redes de trabajo y de interés, gente que está haciendo cosas parecidas o buscando algo similar. Es una forma de asociación que rebasa todas las fronteras. Esto es inédito y se produce a una velocidad que no hemos conocido en la época del correo o hasta del fax. Pero a mí me parece que por ahora no es una pantalla alternativa, aunque indudablemente por donde circula la información es por Internet.

El cineasta Jorge Goldenberg, jurado de MiradasDoc en 2011, dijo que el documental es una manera de crear una realidad, y no un retrato objetivo de una realidad. ¿Está de acuerdo?
-El documental no lo hace la cámara, no lo hace un aparato: lo hace una persona y, por lo tanto, es esencialmente una mirada y está cargado de subjetividad. En ese sentido, en la medida en que tiene esa carga de subjetividad, uno puede establecer una analogía con la ficción. Son dos formas de hacer cine distintas, pero en ambas es fundamental la visión que tienen aquellos que están por detrás de la cámara. A pesar de que hoy, con el vídeo y con las cámaras digitales ya no existen una serie de limitaciones que hace veinte o treinta años todavía existían, sí sigue existiendo la exigencia de que se trate de una mirada. Por lo tanto, la película es una construcción o una reconstrucción, pero no es una reproducción. No se trata de una máquina que hace una fotocopia. El aparato no funciona solo. La mirada por detrás de la cámara es fundamental, de la misma manera que si no hubiera habido en su momento un público con una mirada más exigente no hubiera existido espacio para la renovación del cine en los años sesenta. La cosa es de doble vía, por eso insisto mucho también en que el documental necesita que hagamos todo lo posible para que encuentre su público, porque ese público también hace vivir al documental, de la misma manera que una novela existe cuando tiene lectores. Si no, es solo un archivo en un disco.

¿Cree legítimo el uso del cine documental como arma política?
-Yo creo que toda instrumentalización del arte o de los medios de expresión por la política los empobrece. La instrumentalización ha llegado a barbaridades. El problema no es que se hagan obras feas, el problema es que esa instrumentalización en general ha derivado en agresiones e incluso en muertes. Entonces, yo confieso que desconfío mucho de la transformación de cualquier forma de arte en instrumento de propaganda, de agitación, de lucha. Yo también he vivido momentos muy convulsos desde el 68 para acá y, evidentemente, hay instantes en que eso es una necesidad, o sea, mostrar realidades cuando la situación está muy dividida y uno tiene la impresión de que la información dominante no vale. Eso me parece válido y ahora con Internet es algo que se multiplica por mil, pero eso es una cosa y el cine documental, el que perdura, el que permanece, el arte, va por otro lado. Y la que se instrumentalizó, la que tuvo una actualidad máxima en un determinado momento, luego desaparece rápidamente y se vuelve simplemente un documento muy interesante para los historiadores.