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Canarias 25 de Marzo de 2013
Descienden los casos de tuberculosis
en Canarias
En Canarias en 2011 se notificaron 191 nuevos casos de Tuberculosis lo que supone una tasa de incidencia de 8,70 casos por cada cien mil  habitantes. En el año 2010 este indicador fue de 9,01 casos por cien mil habitantes, lo que supone un descenso para 2011 de 3,59%.

En España, también en 2011 se notificaron de forma individualizada 6.746 casos de tuberculosis, lo que se corresponde con una tasa de incidencia de 14,63 casos por cien mil habitantes, y sitúa a Canarias por debajo de la media nacional. Las tasas han descendido constantemente desde el año 2000, en el que creó el Registro Regional de casos de TBC en el que se obtuvo una tasa de 23,5 x 105 h. hasta el 2011, con los 8,70 casos por cien mil habitantes, ya mencionados.

La proporción de casos entre ambas provincias se mantiene alrededor del 60% de casos en la provincia de Las Palmas y el 40% en la provincia de S/C de Tenerife. 
Por grupos de edad y para el total de la población, se observa que el grupo de 15 a 34 años y el de 65 y más años son los que tienen una tasa de afectación mayor en ambos sexos en conjunto.

En el año 2011, el 26.7% de los casos son de origen extranjero, mientras que en 2010 lo era el 20.5%

De los factores de riesgo asociados a la tuberculosis, han aumentado respecto al año 2010, el consumo excesivo de alcohol y la estancia en prisión.

El número de convivientes de los casos, estudiados en 2011 ha supuesto el 83% de la totalidad de los mismos, y de ellos un 20.5% resultaron positivos a la infección tuberculosa.

Se ha producido un aumento del número de brotes en la provincia de S/C de Tenerife, aunque limitados al ámbito familiar. Aunque la mayoría de brotes se produce con la afectación de sólo un conviviente de la unidad familiar sigue siendo importante la transmisión de la enfermedad a los niños en el entorno familia.

Emergencia mundial en 1991
En 1991, la OMS dio un paso sin precedentes al declarar la TBC una emergencia mundial, en un momento en el que la enfermedad figuraba entre las 10 primeras causas de muerte y discapacidad y que estaba fuera de control en muchas partes del mundo.

La Asamblea adoptó la resolución 44.8: “Programa para el control de la TBC”, en el que se establecían dos metas para el año 2000: detectar el 70% de los casos y curar el 85% de los enfermos bacilíferos con tuberculosis pulmonar.

Al llegar el año 2000 más de la mitad del planeta no había conseguido alcanzar esta meta, lo que evidencia lo difícil del control de una enfermedad en la que se tienen todos los conocimientos para poder vencerla.

Desde entonces la OMS, en las correspondientes Asambleas Mundiales de la Salud, ha ido adoptando diversas resoluciones con objeto de intensificar la lucha contra la TBC. Un paso trascendental fue la creación, en el año 2000, de la Alianza “Alto a la Tuberculosis”, como un movimiento mundial para acelerar la acción social y política encaminada a detener la propagación de la TBC en el mundo.

El último paso de la Alianza ha sido el desarrollo del “Plan Mundial para Detener la Tuberculosis 2006-2015” con el objetivo de conseguir reducir a la mitad -en el 2015- la prevalencia y la mortalidad por TBC, en comparación con los niveles de 1990.

En el conjunto de los 53 países de la Región Europea de la OMS, la TBC continúa siendo un problema importante de salud pública, con una amplia variabilidad entre países y un gradiente de incremento de la incidencia de Oeste a Este en los últimos años.

La situación es particularmente preocupante en el Este, en algunos países de la antigua Unión Soviética, debido a altas tasas de TBC resistente y multirresistente, el incremento en la incidencia de infección por VIH, el deterioro socioeconómico y el deficiente desarrollo de los servicios de salud.

Los movimientos migratorios masivos de países con alta endemia de TBC y las condiciones de vida a la que se ven sometidos estos inmigrantes han condicionado un aumento de la TBC en muchos los países de la Unión Europea en los últimos años.
Esta nueva circunstancia requiere incrementar los esfuerzos con programas de control y actividades que aseguren un diagnóstico temprano, disponibilidad de la terapia adecuada, el seguimiento y finalización del tratamiento hasta asegurar la curación; y acciones dirigidas a poblaciones vulnerables con un alto riesgo de infección o que viven en situaciones desfavorables.

Origen de la tuberculosis
El 24 de marzo de 1882, Robert Koch anunció al mundo el descubrimiento de la bacteria responsable de la enfermedad, la Mycobacterium tuberculosis.

La tuberculosis es una enfermedad pulmonar contagiosa que se trasmite por el aire. Cuando las personas enfermas de tuberculosis tosen, estornudan, hablan o escupen, lanzan al aire microorganismos, conocidos como bacilos de la tuberculosis. Basta con inhalar unos pocos bacilos para resultar infectado. No obstante, no todas las personas infectadas con bacilos de la tuberculosis enferman.

El sistema inmunitario mata los bacilos de la tuberculosis, o bien los “aísla”, pudiendo éstos mantenerse en estado latente durante años. Si el sistema inmunitario no logra controlar la infección por los bacilos de la tuberculosis, éstos se multiplican, produciendo la forma activa de la enfermedad y dañando al organismo.

Si no recibe tratamiento, cada persona con enfermedad tuberculosa (tuberculosis infecciosa) transmitirá los microorganismos patógenos a unas 10 a 15 personas cada año.

Tratamiento de la tuberculosis
Cuando se determina (mediante examen con microscopio de la presencia de bacilos en una muestra de esputo) que una persona tiene enfermedad tuberculosa (tuberculosis infecciosa), debe iniciarse un tratamiento completo con la dosis correcta de medicamentos antituberculosos, con el apoyo de personal de los servicios de salud o comunitarios o de voluntarios capacitados.

Los medicamentos antituberculosos más comunes son isoniazida, rifampicina, pirazinamida y etambutol.  La supervisión del tratamiento ayuda a garantizar que las personas infectadas completan el tratamiento farmacológico hasta curar la tuberculosis y evitar su transmisión ulterior. El tratamiento debe continuarse de forma regular e ininterrumpida durante seis a ocho meses.