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Canarias 1 de Octubre de 2012
Los habitantes
de El Hierro
asumen con
calma la crisis
sísmica y siguen
con sus quehaceres
Se quejan del daño que supone el alarmismo desmesurado
por el fenómeno.
MARCOS J. RODRÍGUEZ (ACFI PRESS) El Hierro
Son las ocho de la mañana. Pilar arranca la máquina de café del restaurante Don Din 2. Minutos después, los operarios municipales recorren la calle limpiando las hojas caídas por el suave vaivén de los árboles durante la noche. Los establecimientos de Tigaday se aprestan a abrir sus puertas. Los bancos, las cafeterías, los supermercados, el autolavado, la agencia de viajes, la inmobiliaria… Hasta un bazar chino. La estampa a esas horas es idílica. Sobrecogedora por momentos por el contraste paisajístico.

Una pareja de la Guardia Civil hace su ronda. Los niños, cerca de 400, van llegando al colegio. Estamos en La Frontera, municipio de la isla de El Hierro. Esta imagen de tranquilidad se repite en la capital, Valverde, y en El Pinar. Hace un par de fines de semana hubo más de 300 pequeños seísmos. Sólo sentí la vibración de uno de ellos. La actividad sigue. El aeropuerto opera con normalidad y los barcos atracan sin problemas en La Estaca. Hace unos días llegó el ‘Princess Daphne’, con 150 pasajeros de origen alemán a bordo, quienes realizaron una ruta turística por distintos miradores de la isla del meridiano. No será el primero de los cruceros que parará por estas latitudes.

Esta sensación que se respira cuando estamos sobre el terreno dista mucho de la que se percibe desde el exterior, esa imagen de caos, penumbra y riesgo desmesurado de la que empiezan a cansarse los herreros. “Hay muchas familias que tienen su vida aquí, sus negocios y que hacen una vida normal. La isla tiene muchos encantos y lo que se transmite genera gran incertidumbre y eso repercute de forma muy negativa”, afirma Inocencio Padrón, empresario de hostelería. “Muchas personas cancelan sus reservas por miedo pero luego, aquellas que vienen, se llevan una gran impresión de la isla y se quedan encantadas”, relata Carolina, encargada de unos apartamentos situados en Las Puntas, muy cerca del hotel más pequeño del mundo.

En La Restinga, el panorama es más desolador. Su cercanía con el epicentro del volcán submarino que desde julio de 2011 amenaza con emerger ha hecho mella en este poblado marinero. Pese a ello, sus habitantes se afanan cada día por mantener la misma rutina anterior al proceso sismo-volcánico.

A día de hoy, los científicos confirman que se localizan desplazamientos horizontales y verticales anómalos que no son perceptibles a las personas. La emisión de dióxido de carbono que se registra en la estación geoquímica HIE01, localizada en la intersección de los tres ejes volcano-estructurales de El Hierro, no refleja datos anómalos. La isla continúa con semáforo volcánico verde y vive un proceso que se deriva de la actividad geológica propia de un territorio que está vivo.

Algunas voces autorizadas, como las del vulcanólogo Juan Carlos Carracedo, estiman que el riesgo de que la inestabilidad volcánica pueda extenderse a la superficie terrestre de El Hierro es muy remota. “Lo que ha ocurrido desde hace unos 15 años es el constante bombardeo de ideas exageradas y alarmistas, sin base científica alguna. Es pura política, procedente de instituciones locales que ven en el volcanismo alarmista un filón político y económico”, ha comentado en varias ocasiones.

Por lo pronto, nos preparamos para disfrutar de un día más en este bello territorio. El ajetreo del fin de semana se ha disipado y la tranquilidad sigue, pero las consecuencias de los comportamientos y mensajes irresponsables ya se han dejado notar.