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Canarias 24 de Julio de 2012
El 30% de los casos de insomnio infantil está relacionado con malos hábitos a la hora de irse a dormir
Esta patología, junto a los terrores nocturnos, el sonambulismo, somniloquias, ronquidos, bruxismo o eneuresis nocturna, son algunos de los trastornos del sueño más habituales en edad infantil.

El Hospital Universitario Ntra. Sra. de Candelaria (HUNSC) atiende en la Unidad del Sueño a una media de 300 niños al año por trastornos vinculados al sueño. En su consulta y laboratorio se atienden los casos más complejos y crónicos que no han podido ser resueltos en Atención Primaria ya que requieren de un estudio personalizado evaluado por especialistas neurofisiólogos.
El diagnóstico, intervención y tratamiento de este tipo de patologías  se hace fundamental en los niños puesto que el sueño es la actividad en la que más horas invierten y si la calidad de su descanso no es la adecuada, ésta repercutirá negativamente provocando alteraciones diurnas de comportamiento, complicación de otras enfermedades, dificultades cognitivas y conductuales del aprendizaje (retraso escolar en los casos más graves), trastornos alimentarios, dolores de estómago, jaquecas, cefaleas e incluso, desestabilización familiar en su entorno más próximo.

Los trastornos del sueño pueden aparecer a partir de los tres meses de vida, etapa en la que se establecen las rutinas y estímulos del sueño. 

Para la Dra. Soledad Mañas, responsable del área de neurofisiología de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Ntra. Sra. de Candelaria, “cuando los pequeños muestran habitualmente, signos de irritabilidad, hiperactividad, mal humor diurno y presentan una gran dependencia hacia sus cuidadores, los padres deberán sospechar que puede existir un trastorno relacionado con el sueño y el descanso del niño, por lo que el primer paso es acudir al médico de familia en Atención Primaria, quien evaluará el tipo y gravedad del problema para posteriormente remitirlo a nuestra unidad si fuese necesario”.

La Unidad de Patología del Sueño del Hospital de La Candelaria dispone de recursos humanos y técnicos con los que se efectúan  estudios poligráficos de sueño y otras pruebas diagnósticas que acompañarán a una completa historia clínica del paciente pediátrico, en la que también se han verificado cuestionarios para conocer la calidad del sueño y posibles causas del trastorno junto a una evaluación neuropsicológica. Polisomnografías estándar, poligrafías respiratorias, test de patencias múltiples y vídeo-polisomnografías constituyen algunas de las técnicas diagnósticas y terapéuticas más empleadas.

Insomnio y otras patologías comunes
Los trastornos provocados por déficit de sueño se pueden presentar en cualquier etapa de la vida del ser humano, desde la lactancia hasta la vejez. Si bien éstos son muy similares tanto en adultos como en niños, existen alteraciones que son propias de los más pequeños.

En este sentido, entre la patologías más habituales destacan los terrores nocturnos; el sonambulismo (incorporarse de la cama para deambular de forma indecisa, salvando obstáculos y tras el despertar no se recuerda nada de lo ocurrido);  las ritmias del sueño (movimientos repetitivos de algunas partes del cuerpo durante el adormecimiento); las mioclonías fisiológicas (impresión de caída al vacío); somniloquias (emisión de palabras o frases durante el sueño); bruxismo (rechinar dientes durante el sueño); eneuresis nocturna (micción involuntaria durante el sueño más de tres veces al mes); ronquidos y apneas-hipoapneas del sueño, narcolepsia e insomnio.

Aunque se piensa que el insomnio es un problema de adultos, el 30% de los niños entre los 6 meses y los 5 años sufre esta patología. “Debe destacarse que el insomnio infantil por hábitos incorrectos es el más frecuente y está relacionado con la deficiente adquisición del hábito del sueño”, explica la Dra. Mañas.

Los padres refieren que los niños ‘nunca’ han dormido bien, que presentan despertares frecuentes durante la noche interrumpiendo el sueño de cinco a quince veces, además de imposibilidad de conciliarlo de forma espontánea y sin ayuda. Los pacientes pediátricos estudiados por este trastorno se encuentran vigilantes en todo momento y a medida que crecen y hacen uso de vocabulario, demandan y dictan normas a sus cuidadotes para hacerle dormir.

Medidas y recomendaciones de higiene de sueño
Antes de prescribir un tratamiento los neurofisiólogos de la Unidad de Patología del Sueño llevarán a cabo una aproximación diagnóstica a través de una evaluación que contará con una detallada historia clínica, el tiempo de evolución del trastorno, el grado de intensidad así como factores precipitantes o causantes del mismo, estudiando además patologías psiquiátricas, orgánicas y consumo de fármacos.

Las sociedades científicas recomiendan el uso de medidas no farmacológicas siempre que sea posible, de ahí que la medida más importante es educar para adquirir hábitos saludables de higiene del sueño que ayuden a conciliarlo.

Existe una serie de pautas generales que se adaptarán de manera individualizada según el caso del paciente
1.Mantener horarios regulares, tanto para levantarse como para acostarse.
2.Dormir solo lo necesario para encontrarse despejado y fresco el día siguiente.
3.Efectuar ejercicio moderado de forma continuada.
4.No ir a la cama con hambre.
5.Procurar que la temperatura de la habitación sea fresca y agradable.
6.Procurar que el dormitorio sea tranquilo y sin exceso de luz.
7.Evitar la ingesta de café, te, colas, nicotina o cualquier estimulante del sistema nervioso central.
8.No esforzarse demasiado en intentar dormir.
9.Emplear los hipnóticos solo de forma ocasional.
10.Acudir al medico de familia o al psiquiatra en cuanto exista la sensación subjetiva de alteración del ritmo sueño/vigilia.
11.Cumplir las precisiones medicas

En el caso de los bebés, éstos deben comenzar a distinguir el día de la noche, de manera que no tiene porque haber silencio durante la mañana y la tarde en el domicilio; así el niño aprenderá a dormirse a pesar de ruidos, su descanso nocturno será más profundo.

Además, los recién nacidos necesitan dormir en su cuna y no en brazos de la madre o el padre, para que pueda reconocer el entorno en el que se quedó dormido y así, si se despertara por la noche, encontrarse en las mismas condiciones en las que se durmió.

Por esta misma condición, no se debe realizar determinadas acciones de manera mecánica para que el niño no las asocie con intentar dormir, pues es lo que suele suceder cuando se canta, se le da el biberón o se le mece en brazos.

El niño necesita sentirse seguro y ello solo se logra si los padres transmiten esa sensación, no teniendo temor a dejarlo descansar en su cuna para que conciba el sueño por sus propios medios.