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Tenerife 21 de Abril de 2012
La Cadena de Favores de Tenerife
ya cuenta con un millar de miembros
Desde su creación, a finales de Febrero de este años, ha ayudado
a cerca de una veintena de familias y personas sin recursos.

La Cadena de Favores sigue resolviendo casos de personas y familias desesperadas en Tenerife. Sin ayuda oficial ni subvención alguna, este grupo de ciudadanos anónimos se organiza día a día para hacer frente a la adversidad de quienes han agotado ya todas las vías para salir adelante.
Desde su creación, a finales de febrero, el grupo –que utiliza Facebook
como lugar de encuentro y de voluntariado- ha ido creciendo hasta alcanzar el millar de miembros. A lo largo de su corta andadura, ha ayudado a cerca de una veintena de familias y personas desesperadas, además de colaborar intensamente con la ONG La Despensa para la obtención y reparto de alimentos a muchas otras.

La filosofía es sencilla: una red solidaria de ayuda de persona a persona. Así, se visitan y valoran los casos, se suben al muro de Cadena de Favores en Facebook y en ese momento empiezan a moverse los eslabones. Se buscan en el grupo madrinas o padrinos que coordinen la ayuda (una persona se encarga de organizar el suministro de alimentos, otra de la ropa, una tercera de gestionar los problemas de papeleo para mejorar la situación de la familia frente a empresas de suministros, administraciones, etc.). Y estas personas de enlace hacen además una labor de acompañamiento y de arrope que es determinante para que quienes reciben la ayuda empiecen a enfrentar la vida de otra manera, recuperando las fuerzas y el ánimo. Entonces el caso empieza a ramificarse, porque una vez cubiertas necesidades básicas como la comida, los voluntarios de la cadena empiezan a cubrir con entusiasmo otras carencias.

Y así se busca la colaboración de un médico solidario para un caso necesitado. Se acompaña a personas ancianas, o a quienes necesitan no estar solos ante una operación quirúrgica. Se buscan termos, neveras, vitrocerámicas para familias que están bañando a sus criaturas en agua fría, o no tienen cómo conservar los pocos alimentos de que disponen. Los miembros del grupo se lanzan con alegría a buscar electrodomésticos donados, o a comprarlos de segunda mano de forma altruista. Y un taxista del grupo dedica parte de su tiempo a llevar alimentos frescos, ropa y juguetes a las casas humildes de quienes reciben ayuda de la Cadena. Los peques de las familias saltan de emoción cuando lo ven llegar en su taxi solidario con otros voluntarios. Pero mayor es la emoción de esos pajes, que se saben representantes de una Cadena que rueda gracias a muchas manos.

Esta semana se ha resuelto un caso que ha llenado al grupo de emoción. Se trata de un viejo picapedrero, que vino a Tenerife desde su Granada natal a trabajar la piedra, oficio de toda una vida. Con 62 años, mujer y tres hijos que alimentar, trabajó durante años mandando dinero a su casa, hasta que no pudo seguir haciéndolo. Un miembro de la Cadena lo encontró durmiendo en una caseta abandonada, sin trabajo, sin dinero y sin ayudas, pidiendo limosna para comer y conseguir el dinero para el pasaje que lo llevara de vuelta hasta su familia.

El día 9 se publicó el caso en el muro de la Cadena. Al momento surgieron manos que se movilizaron para acompañarlo a ratos en la soledad de su precaria caseta, para llevarle comida, para negociar el mejor precio para el pasaje, y para hacer colectas para comprarlo.

El día 12 ya se había conseguido el dinero para el pasaje, gracias a varias almas generosas del grupo que lo fueron reuniendo billete a billete, porque nadie anda sobrado.

Y el jueves, día 19, el viejo picapedrero hizo el viaje de vuelta a casa. En su bolsa, bebida y comida casera preparada por distintas manos solidarias, para que le dure los dos días de travesía. Y en su rostro, una sonrisa. La misma de sus madrinas y padrinos, que lo despedían con emoción desde tierra.

Después, la vuelta al trabajo voluntario en los ratos disponibles. Porque esta cadena solidaria tiene muchos retos por delante, y hace falta seguir moviéndola para que muchas más personas se involucren. Que muchas familias siguen sin tener nada que poner en su mesa, y todas las manos son pocas para llevarles sonrisas de esperanza.