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Canarias 15 de Septiembre de 2011
¿Qué ha pasado con la Spanish Revolution?
Buena pregunta, especialmente ahora, con unas elecciones generales a la vuelta de dos meses donde todo apunta a que arrasará la derecha, cuando acabamos de ver cómo “violan” a la hasta hoy sagrada Constitución para regusto de los Mercados.
¿Dónde está esa Spanish Revolution que al principio nadie esperaba y en ella pusimos todos la esperanza luego?, ¿qué ha pasado con los acampados, los indignados, los marchantes o los demócratas reales?, ¿dónde han ido a parar los sueños de cambio? Intentaremos verlo en las líneas que siguen, con sus luces y sus sombras, pero antes bueno será hacer un poco de historia para recordar de dónde sale la Spanish Revolution.

El inicio, podemos ponerlo allá por marzo, por entonces las revueltas en el norte de África eran ya una realidad y empezaba a correr la pregunta de, “¿por qué nadie se revela en España?” Pronto un grupo de… no se sabe muy bien quienes, organizados en torno a la red social facebook y haciéndose llamar “Estado del Malestar” deciden concentrarse cada viernes en distintas ciudades del país con el objeto de protestar por la situación general de la política y la sociedad españolas. Con apenas incidencia en los medios, estos grupos de los viernes se van extendiendo aunque más como algo pintoresco que como una respuesta real, tanto es así que en algunas ciudades la policía carga contra ellos y los disuelve, y no ocurre nada, y nadie dice nada. Algo estaba naciendo, aunque la incidencia de este movimiento sobre la ciudadanía fue entonces mínima.

Y así llegamos a una fecha clave en el devenir de esta historia, el día 7 de abril. Ese día, un grupo de jóvenes la mayoría estudiantes, en Madrid, deciden organizar una manifestación bajo el lema “Sin casa, sin curro, sin pensión…, sin miedo”. A la manifestación acuden unas 4000 personas, las consignas son claras y el lema elegido, “sin miedo”, es asumido por los manifestantes que al acabar la marcha se enfrentan a la policía, hay heridos, hay disturbios y algunos detenidos. Y el mensaje ha sido enviado: la juventud española no se va a quedar parada viendo como se precariza su futuro y se les anula el presente, acaban de dar un golpe en la mesa y dicen, “aquí estamos”.  Entonces surge otra fecha en el horizonte, el 15 de mayo. Un grupo nuevo llamado Democracia Real Ya, organizado también en torno a la red social facebook salta a la luz con la idea de organizar una gran manifestación de protesta para ese día de mayo en muchas ciudades de España. El lema vuelve a ser claro: “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Las semanas pasan, los medios de comunicación apenas prestan atención a este movimiento, la manifestación se difunde con escasos recursos, con algunos carteles y mucha red social. Y bueno, ya sabéis lo que ocurrió aquel 15 de mayo. Ese día salieron a la calle muchos más de lo que el más optimista de los revolucionarios habría imaginado. España entera se sobresaltó por lo que estaba pasando, y de repente todos los focos de aquella semana previa  a las elecciones autonómicas se centraron en aquellos jóvenes de Democracia Real Ya. Tampoco ellos esperaban semejante repercusión y los acontecimientos se sucedieron sin apenas control. Pero lo que había ocurrido era algo fantástico, se hablaba de un nuevo mayo del 68, corrían aires de revolución, era evidente que la gente quería un cambio y como quiera que faltaba sólo una semana para las elecciones del 22 de mayo, alguien dijo: ¿por qué no permanecer en las plazas una semana más como medida de presión política a la hora de votar? Y eso fue lo que ocurrió, las plazas fueron ocupadas por muchos jóvenes y no tan jóvenes ilusionados por ese grito de rebeldía. Democracia Real Ya se desmarca de la ocupación de las plazas aunque apoya lo que se está haciendo, y aparece un nuevo movimiento, el Movimiento 15M, muchas veces confundido o identificado totalmente con los grupos de acampados, Acampada Sol, Acampada Barcelona, Acampada Tenerife, etc., etc.

Desgraciadamente, el movimiento era demasiado reciente, demasiado espontáneo y demasiado diverso para poder influir en las elecciones autonómicas y apenas hubo cambios en lo que ya se preveía. La victoria del PP estaba cantada al margen del 15M, y ellos, los populares, lo sabían, y no intervinieron. El PSOE también esperaba una derrota, y optaron por dejar hacer en las plazas sin cargar, sin disolver las acampadas, para no restar más crédito a la ya maltrecha renta de votos que les aguardaban. Pese a todo, surgieron intentos de organizar el voto en torno a una opción, pero la desafección al político en España es tal entre la ciudadanía que todo lo más que se consiguió fue pedir que no se votara al PP ni al PSOE ni a otros como CIU, PNV o CC, en beneficio de partidos minoritarios entre numerosas llamadas a la abstención, al voto en blanco y el voto nulo.  

Lo que vino después no es necesario verlo al detalle, puesto que el movimiento 15M ha estado desde entonces muy en el candelero, en los medios, en las redes sociales y también en la mente y en los corazones de buena parte de la ciudadanía de este país. Recordamos, en todo caso: la manifestación multitudinaria del 19 de junio contra el Pacto del Euro, más músculo (aunque el pacto del euro acabó firmándose igualmente), las protestas frente a algunos parlamentos autonómicos en la toma de posesión (cargas policiales incluidas), el desgaste de los acampados, los desalojos, las marchas indignadas por toda España con final el 23 de julio, las asambleas en los barrios y dos nuevas fechas se marcan en el calendario de manifestaciones, el 18 de septiembre en defensa de lo público y el 15 de octubre otra más internacional por un Global Change. Sin olvidarnos del agosto que aprovechó el poder para cambiar la Constitución y endosarse un nuevo tanto en su lucha por hacernos a todos esclavos, sin que el movimiento pudiera hacer nada por evitarlo.

Hecha la retrospectiva llega el momento del análisis algo más detallado de lo que se ha hecho mal, y también de lo que se ha conseguido, dentro de este movimiento de cambio que es, o pretende ser, lo que surgió a partir de aquel 15 de mayo. 

LAS LUCES
El 15M, por encima de cualquier otro logro cuantificable, ha conseguido algo que no se puede medir, que no es calculable, que no cabe en una plaza ni en dos, ha sido capaz de movilizar a la ciudadanía como pocas veces antes había ocurrido en España en muchos años. Hoy, gracias al 15M sabemos que los españoles no son todos grandes lactantes que viven entre el televisor y la nevera. Hoy la clase política, gracias al 15M, sabe que no está libre de hacer lo que se le antoje (aunque en la práctica lo siguen haciendo). Hoy, gracias al 15M, en España no sólo se habla de Cristiano Ronaldo y de Belén Esteban, también hay gente que se interesa por la prima de Riesgo –aunque yo todavía no sé quién es ese Riesgo-.
El 15M ha sido sin duda un soplo de aire fresco que ha ilusionado a mucha gente, muchos han perdido el miedo con el 15M, tras el 15M es común el sentir de que si la ciudadanía quiere puede cambiar las cosas. Y se han parado desahucios, y ya hay partidos que empiezan a incluir entre sus propuestas algunas de las reivindicaciones del 15M, y en muchos barrios, en muchos pueblos y ciudades la gente empieza a organizarse para exigir lo que nos están negando.

Visto el movimiento desde esta lectura, pareciera que no ha lugar para estar preocupados, es mucho lo que se ha logrado, ha sido fantástico hasta ahora, sólo hay que seguir, no decaer, no desfallecer. Cierto, hay que seguir, pero… hoy las plazas no están ya tan concurridas, parece que la llama se está apagando, ¿no habremos equivocado el rumbo? ¿Tenemos claro hacia dónde hay que seguir?, ¿sabemos cómo hay que seguir? Veamos qué podemos decir sobre esto.


LAS SOMBRAS
Nos pilló de sorpresa.
A nadie se le escapa que el 15 de mayo pocos eran los que auguraban lo que finalmente ocurrió. De repente, mil focos, España entera pone la vista en los indignados de Sol y otras plazas del país. Pero, a mi modo de entender, ni Democracia Real Ya ni los que permanecieron en las plazas estaban preparados para responder a tantas preguntas, ni estaban preparados para aceptar el reto que de repente se les pedía, dar respuesta y solución a los problemas del país. Pero claro, quien era el que se atrevía a decir que no, que no había respuestas ni propuestas que hacer, que no era esa nuestra labor en aquel momento pues bastante teníamos ya con decirles a los que gobiernan lo mucho que estaban haciendo mal. Y así acabamos picando el anzuelo, craso error cuando ni ellos, los que mandan, los que tienen toda la información y todos los datos pueden poner solución a lo que pasa.

Aunque propuestas sí que salieron del 15M, de hecho Democracia Real Ya traía ya las suyas, los acampados también elaboraron las suyas (aunque costó más, no es fácil con las asambleas). Muchas propuestas son de sentido común, otras quizás no tanto, algunas coincidían y acampados y DRY intentaron confluir, y pronto se vio que no era fácil. Y aún más difícil ha resultado que esas propuestas de cambio sean llevadas a la práctica por quienes pueden hacerlo, y al final acabamos diciendo como en aquella fábula de Samaniego: “¿A ver quién le pone el cascabel al gato?”

Y volaron demasiado alto.
La catarsis colectiva que supuso para muchos el 15M llevó aparejados no pocos inconvenientes que a la larga se han visto reflejados en el devenir del movimiento. Volvemos con esto al punto anterior: nadie esperaba tanta gente en las plazas aquel día, tampoco esperaba nadie que la gente permaneciera en ellas tanto tiempo. Los acampados tomaron el poder, el control de las actividades, el rumbo del movimiento. Había Asambleas a cada poco porque todo era decidido de esta peculiar manera, pero… ¿quién podía estar siempre en la plaza para atender a tantas asambleas, comisiones, grupos y tareas? Quienes tenían trabajo, familia u otros imponderables no podían estar siempre en las acampadas por mucho que quisieran, y eso fue lo que pasó. El peso de las decisiones, el devenir del 15M lo fue marcando cada vez más la gente que sí podía estar permanentemente en las plazas. El perfil de los acampados hizo que la utopía se adueñara del mensaje. No bastaba con haber mordido el anzuelo y atreverse a hacer propuestas que no hay forma de llevar a la práctica, los indignados del 15M se atrevieron a hacer propuestas por infinidad de cosas, cada cual más alejada de la realidad social, a años luz de lo que es hoy fácticamente posible. Tal fue la euforia lo que los llevó a calcular más las fuerzas. Es cierto que había mucha gente en las calles aquel final de mayo, pero España tiene 50 millones de habitantes y el sistema una maquinaria de propaganda y anestesiado de conciencias muy poderosa. De hecho, la maquinaria nunca dejó de funcionar y al poco ya era común asociar al grueso de los indignados con los mal llamados “perroflautas”, okupas y anarquistas de diferente corte. Busquen ahí una de las causas que han hecho que buena parte de la ciudadanía pierda el interés por el movimiento.    

Si amenazas con pegar muchas veces, al menos pega una vez, de lo contrario al final nadie va a creer que eres capaz de pegar.
Y eso es lo que en definitiva ha pasado con este ilusionante movimiento: hemos demostrado músculo en muchas ocasiones, la gente salió a la calle en masa el día 15 de mayo, las plazas fueron ocupadas masivamente durante semanas, volvimos a salir el 19 de junio, marchamos por España muchos días de julio y saldremos otra vez  ala calle el 18 de septiembre y el 15 de octubre. Muy bien…, ¿y qué? Ya hemos visto lo que sucede con las manifestaciones masivas de la ciudadanía: nada. Pasado el sobresalto inicial el poder dejó hacer a los indignados hasta comprobar que no son más que fuegos de artificio, poco más que un nuevo elemento del paisaje urbano, molesto para algunos, pintoresco para otros, pero al fin y a la postre únicamente paisaje urbano, algo que no afecta al devenir de los acontecimientos que importan. Está bien tomar la calle, pero debíamos haber entendido que las cosas se deciden en los parlamentos, en las instituciones, con leyes, decretos, edictos y otros medios, todos ellos en negro sobre blanco. El sistema, en su afán por parecer decente, ofrece a los ciudadanos rendijas por donde colarse, ahí había que haber incidido. No se hizo y hemos dejado pasar una gran oportunidad de percutir en el sistema, de golpear de verdad, entonces, cuando todo el mundo estaba en la calle, cuando todos estaban dispuestos. Va a costar volver a ilusionar a los que perdieron la ilusión en el poder del movimiento, aunque por suerte aún estamos a tiempo porque por desgracia la situación no tiene visos de mejorar y vamos a tener que seguir saliendo  la calle queramos o no.

El 15M también lleva dentro eso mismo contra lo que lucha.
Dos impulsos mueven al ser humano, a saber, uno es el amor y otro es el miedo. Aunque todos amamos y tememos en cierta medida y todos llevamos esos dos impulsos dentro, a la hora de actuar en unos pesa más el miedo y en otros más el amor. El amor se basta a si mismo para caminar por el mundo, el miedo en cambio necesita poseer para mitigar su angustia, necesita poder, acaparar, dominar. El miedo tiene que sentir que controla la situación para alejarse así de la incertidumbre y la desazón que le provoca todo aquello que le es desconocido. El miedo lleva por tanto aparejada casi siempre  la voluntad de apropiación y de dominio, una voluntad que nos está matando y que lleva mucho tiempo aplicando la razón blanca occidental con el resto del mundo. El 15M dice luchar contra eso. La Spanish Revolution nació con la firme idea de luchar contra un sistema absurdo y cruel que subyuga al ser humano en nombre de un todopoderoso Dios al que llaman los Mercados. Llegado a este punto bien cabria preguntarnos: ¿es el amor lo que mueve a los que forman parte de este ilusionante movimiento? Los hay a los que sí, lo sé porque algunos de ellos son amigos míos, pero no en todos se da este maravilloso impulso en igual cantidad. Basta para comprobarlo con haber estado dentro de uno de los grupos, llámese Acampadas, llámese DRY, llámese Estado del Malestar. De inmediato las luchas intestinas por hacerse con el poder en cada grupo, y todo el mundo desconfía de todo el mundo, unos porque son infiltrados de la  policía, otros porque son topos de tal o cual partido, otros son radicales, otros tienen un excesivo afán de protagonismo, otros son machistas, otras feministas y otros simplemente nos caen mal. “Todo el mundo es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario” parece ser el lema, el miedo y no el amor está detrás de estos comportamientos. De ahí que sean necesarias normas y más normas para controlar la cosa, y así acabamos haciéndonos fanáticos de las normas, dogmáticos de un decálogo por encima del sentido común, y así, sin darnos cuenta terminamos repitiendo todo aquello contra lo que decimos luchar. Y así es como esa voluntad de apropiación y de dominio se introduce en el movimiento 15M, lógico por otra parte, por muy revolucionario y especiales que nos creamos los indignados, en el fondo no somos más que el reflejo de la sociedad misma.

La red social, tan útil en ocasiones para tantas cosas tiene aquí buena parte de la culpa. La red nos conecta al mundo desde la soledad de nuestra casa, acerca distancias, coordina, distribuye y organiza. Creemos tenerlo todo, todo a la mano, a golpe de un click de ratón, todo menos el rostro. En la red negamos el rostro de aquel con el que luchamos y al tiempo negamos también la posibilidad  de conectar de verdad con los que nos acompañan en esta lucha.

Y hasta aquí lo que puedo contar de este movimiento. Bueno, contar podría haber contado más cosas. Nada se dice por ejemplo de la manera en la que el 15M debe percutir en el sistema de manera efectiva. En cualquier caso, ahora, con la que está cayendo más nos vale hace un frente común que pueda influir de alguna manera en las elecciones, de lo contrario aún peor nos va a ir.

Eloy Cuadra Pedrini