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Adeje 21 de Julio de 2011
Costa Rico: “Me considero nacionalista, pero prefiero a un chino bueno
que a cien gallegos malos”
En su opinión, “los nacionalismos no son malos si no son excluyentes y se convierten en células de universalidad”.
Antón Costa Rico, catedrático de Historia de la Educación de la Universidad de Santiago de Compostela, participó en el curso de la Universidad de Verano de Adeje "Educación y Ciudadanía" con una conferencia en la que abogó por conciliar el nacionalismo con cierta idea de solidaridad internacional”. Puso como ejemplo su propia experiencia: “Recuerdo algo que alguien dijo en los años 60 en una revista, ‘Prefiero a un chino bueno que a cien gallegos malos’. No creo en el nacionalismo a la antigua de ‘lo nuestro es mejor’ y de reclamar los estados nación, sino en un nacionalismo dialogante”.

El ponente recuerda que hace unos años alguien le argumentaba que en esta época ya no tenía sentido discutir la idea de España, a lo que él repuso: "¿Y por qué no? Se puede hacer de manera reflexiva, porque no es una entidad metafísica, inmutable. ¿Por qué no podemos hablar también de, por ejemplo, Canarias? Yo querría un poco menos de España, un poco más de Galicia, y mucho más de mundo, porque los nacionalismos no son malos si no son excluyentes y se convierten en células de universalidad”.

Por ello, en su opinión sería oportuno apostar por una acción más decidida de organismos supranacionales como la Organización de las Naciones Unidas, el Tribunal Penal Internacional o incluso el Fondo Monetario Internacional, los cuales, a pesar de sus debilidades manifiestas, tienen la capacidad de conciliar la coexistencia armónica entre las diferentes identidades internacionales.

También abogó por fomentar las "fronteras porosas", pues entiende que, si bien es necesario mantener cierto control sobre los movimientos migratorios, tampoco se pueden cerrar las puertas totalmente. Y además, por fomentar el laicismo “no agresivo” en las instituciones, pues entiende que las ideas religiosas son difíciles de adaptar y pueden provocar problemas de exclusión a ciertos colectivos.

Dentro de ese discurso en pos de una concepción aperturista y dialogante de los nacionalismos, el ponente mostró su preocupación por esa corriente patriótica que ha surgido con los triunfos deportivos en fútbol, tenis o automovilismo:”Eso apoyar a ‘los nuestros’ lleva aparejado otras connotaciones que recuerdan al nacionalimso excluyente de siglos pasados. Actitudes como alabar que nuestras selecciones hagan trampas si ganan, o aplaudir cuando ‘el otro’ se cae de la moto no son buenas”, reflexionó.

El ponente explicó dos concepciones diferentes que se han dado en países europeos para abordar la coexistencia de varias identidades nacionales en un mismo entorno. La francesa, que es “integracionista y asimilacionista”, propugna que la constitución es la misma para todos, por lo que quien se adapte a ella y a la cultura dominante, podrá tener éxito en la sociedad. Pero trasladar esa idea al día a día es complicada, pues es muy difícil pedirle a los inmigrantes que renuncien a todo su bagaje.

Por su parte, el modelo británico, heredero de la política colonialista de la Commonwealth, permite que en ciudades como Londres, se sienta la presencia fuerte de elementos de Bangladesh o La India, pero también crea "aldeas internas” como Chinatown. Es un modelo multicultural que respeta las prácticas de cada colectivo, pero que, a la larga, sigue dando preferencia a los nacionales y puede afectar negativamente a la construcción de la ciudadanía.

Costa explicó que le nacionalismo, en un primer moento, tenía únicamente una connotación geográfica, servía para aclarar el origen de cada persona. Pero en el siglo  XIX comienza a politizarse el concepto, y comenzó un proceso de creación de símbolos para afianzar aún más la idea de patria: la bandera, el ejército, etc. A su juicio, aún quedan resabios de esa idea, y citó que, por ejemplo, en los cuarteles de la Guardia Civil aún se lee el lema "Todo por la patria", en lugar de poner cosas más actuales, como "Todo por los derechos humanos" o "Todo por la democracia".

La elección de la lengua también forma parte de ese proceso de construcción e la identidad. Aunque ya había una conciencia anterior, es con los Reyes Católicos cuando se aboga claramente por el castellano, y se relega a las demás lenguas casi al estado de idioma para los rústicos. No ha sido hasta el siglo XX cuando se ha producido la equiparación de las demás lenguas del estado, si bien ello ha creado tensiones y alguna instrumentalización política.

En ese proceso de construcción de lo nacional decimonónico, para imponer una identidad cultural se procedió a desvirtuar y quitar valor a realidades de otras culturas, al considerarlas elementos de los que había que desprenderse para poder vivir en la “civilización”. En la actualidad se está produciendo una reivindicación y revival de estos hechos desterrados, con un discurso más etnográfico.