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Guía de Isora 15 de Julio de 2010
Chirche sigue
sorprendiendo
tras 10 años
del Día de las
Tradiciones
El pasado domingo 11 de julio
de 2010 los vecinos del pueblo de Chirche recrearon la vida y oficios de mediados del siglo pasado y cumplieron así la X edición del Día de las Tradiciones.

Aunque se cumplió este año la décima edición del Día de las Tradiciones, los cientos de visitantes que acudieron este año al pueblo de Chirche, el pasado domingo 11 de julio de 2010, en la zona alta del municipio de Guía de Isora, se volvieron a manifestar gratamente sorprendidos con lo que allí se encontraron. Incluso el propio consejero insular de Desarrollo Económico, Efraín Medina, que asistió este año por primera vez al evento, dejó escrito en el libro de visitas que se habilitó, que la iniciativa le parecía “una maravilla” y “mucho mejor que un parque temático” al ser los propios vecinos, ataviados con la indumentaria propia de la época, los que recreaban la vida, los oficios y los quehaceres cotidianos tal y como se hacía a mediados del siglo pasado. Otros muchos visitantes anónimos, que vinieron este año por primera vez o que incluso repetían, también dejaron constancia por escrito o en manifestaciones personalmente a los organizadores del evento, su sorpresa y alegría al encontrar en cada rincón de Chirche algo especial que creían ya desaparecido: el auténtico sabor a pueblo y la nostalgia de un pasado no tan lejano vivido por muchos de nosotros o por nuestros antecesores.
A pesar del intenso calor reinante (más de 30 grados centígrados), las casas y patios de Chirche volvieron a abrirse para que los vecinos y visitantes pudieran recrear un viaje en el tiempo. Así en la antigua escuela, en la Casa de Los Mesa, la maestra Doña Adela junto a los escolares, comenzaba su jornada con los niños en pie dando los buenos días para seguidamente rezar alguna que otra oración y luego repasar alguna de las cuatro reglas, el abecedario o los límites de España, todo ello bajo la atenta mirada de las fotos del Generalísimo General Franco, del fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, ambos iconos de la dictadura española, o de la imagen de la Virgen de Candelaria, patrona de Canarias. En otras estancias de la Casa de Los Mesa un grupo de mujeres prepara las truchas de almendra; una remienda los pantalones de su marido a la luz de la ventana, mientras otras en el patio realizan cestos con juncos, cosen o se entretienen con los espectaculares calados.

En la Casa de Cho Jesús, que se abrió este año por primera vez, encontramos a un cabrero en plena labor de confección del rico queso de cabra, y junto a él un artesano en plena labor de limpieza de una piel de baifo para preparar un zurrón. El artesano de los zurrones nos confiesa que la mejor piel para ello es la baifa. Al parecer la de los machos tiene que ser recortada para evitar el mayor hueco que queda en la zona genital, al contrario que el de los pequeños agujeritos en la zona de las ubres de las hembras que se rellenan con facilidad y casi no se notan después al amasar el gofio en el zurrón resultante. Salimos al callejón empedrado y vemos como una mujer que rocía el patio con agua, para evitar que se levante polvo, anima a otras vecinas que vienen del monte cargadas con leña, pinocha y escobones para dar de comer a los cabras, a que pasen a su casa a bailar y escuchar la parranda La Hoya venida desde Igueste de Candelaria para animar la jornada con sus cantos al ritmo de los sonidos de las guitarras, laúdes, el acordeón e incluso un viejo violín.

Los que se acercaron hasta el salón social, bajo la plaza de Chirche, pudieron disfrutar este año de una exposición sobre la vendimia. Allí, además de las largas varas de parra entrelazadas, podían encontrarse aperos y herramientas usados en las labores del cultivo de las vides, el pisado de la uva y el almacenaje del vino.

La venta, que se habilitó este año por segunda vez en la Casa de Los Duranza, fue nuevamente uno de los puntos de encuentro que más éxito tuvo, este año ambientada con un viejo aparato de radio del que se oían programas, anuncios de los años 50, canciones de la época y hasta discursos de Franco. En la venta se agotó el vino y la cerveza fresca. Triunfaron los montaditos de sardinas con cebolla y tomate, así como las aceitunas y las ciruelas rojas del lugar, despachados con diligencia pero sin agobios por la pareja de entrañables venteros. Tampoco quedó ni uno de los cien panes de leche ni de los 100 de leña que se amasaron y hornearon en el Horno de Don Maximino la noche anterior; lo mismo que ocurrió con los centenares de truchas, que reunieron a una docena de vecinas de Chirche el miércoles previo en la Casa de Beatriz para su preparación, para la que emplearon unos 15 kilos de almendras.

En la Casa de Lolita Casañas una mujer molía el millo en el antiguo molino de mano, mientras que un grupo de hombres y mujeres bailaban al ritmo de una parranda en el patio. Otras mujeres amasaban el pan en el interior de una vieja cocina o confeccionaban velas con cera derretida de los panales de las abejas. En otra estancia de la casa un hombre mostraba su bodega repleta de viejas barricas e invitaba a los que les apeteciera un fresco vaso de vino blanco. En el patio un artesano exponía todo tipo de instrumentos musicales y en el cuarto se exponía la dote y distintas prendas de una novia el día de su boda, mientras por la ventana su madre se defendía de las lenguas viperinas de unas “criticonas” que bajaban con carga del monte y que dudaban de la decencia de la casadera con la típica frase de “cada una sabe lo que tiene en su casa”.

En la Casa de Torres se escenificó el planchado, la costura con máquina de coser, la alfarería, la cestería, el remendado y la majada de almendras. Al sol sobre los muros de piedra o sobre la azotea lucían tendidas prendas de ropa interior masculinas y femeninas o viejas colchas. Un incómodo colchón relleno de fajina de millo se secaba también al sol en el patio de la casa, mientras que en el interior de una habitación la parrada de El Jaral comenzaba su repertorio.

La Casa de Guillermina acogió un año más a la curandera que con sus rezados y estregones con sus manos empapadas en aceite curaba a los chicos y grandes de empachos, mal de ojo y otras dolencias.

Sobre las dos de la tarde salía la comitiva de la boda hacia la iglesia desde la Casa de Frasca. Previamente el cura, a lomos de un burro y ataviado con la tradicional sotana negra, su misal y su sombrero, junto a su monaguillo,  ya habían llegado a la casa de la novia desde Guía de Isora para la ceremonia. La boda se celebró en la plaza por poderes. Fue el padre del novio, Don Juan, el que “hizo las veces” de su hijo, ya que éste se encontraba emigrado a Venezuela en busca de trabajo y un mejor porvenir para su familia, todo ello merced a un trámite realizado en el Obispado. Se dio la curiosa circunstancia de que Don Juan, el vecino de Chirche de unos 70 años que representó el papel del padre del novio emigrado, también contrajo matrimonio de esta manera, es decir, por poderes, en la vida real. La joven novia lucía un vestido blanco en buen estado de conservación a pesar de que tenía ya más de 50 años desde su primer uso.

Tras oficiar la ceremonia, la organización (Asociación de Vecinos San Felipe Neri de Chirche en colaboración del Ayuntamiento de Guía de Isora) procedió a entregar un diploma a todos los grupos participantes en el décimo aniversario del Día de las Tradiciones de Chirche a modo de agradecimiento. En esta ocasión tomaron parte casi todos los grupos y parrandas que han participado en años anteriores: La Asociación de Arte y Cultura Reverendo Padre Simón Higuera y las parrandas La Hoya y Con fundamento de Igueste de Candelaria, así como los grupos La Escalera de La Orotava y el de la Asociación de Vecinos de El Jaral. Tras ello los asistentes pudieron degustar en la plaza papas arrugadas, gofio amasados con miel y almendras y queso de cabra, que a pesar del intenso calor reinante dejó a todos con un buen sabor de boca para volver a Chirche en próximas ediciones del día de sus tradiciones.