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Arona 1 de Julio de 2010
Viaje Argelia (Smara - Tinduf)
Parte I
El avión está a punto de despegar. Vamos a volar
a Tinduf, un campo de refugiados saharauis, en zona
desértica argelina. Estamos en el aeropuerto del sur de Tenerife. Son momentos de mi vida, donde estoy harto de muchas cosas.

Unos ciento sesenta pasajeros, vamos dispuestos a conocer esa parte del mundo. Algunos visitantes repiten la visita a Tinduf. Llevamos ayuda alimentaria, medicinas y algo de dinero, para las familias donde nos quedamos a vivir una semana. Conocer la auténtica situación de algunos saharauis. El peso máximo es de veinticinco kilos por persona. Antes de salir, hablo con uno de los azafatos argelinos. Un señor con cara de pocos amigos. Le digo si puedo pasar al baño a mear, pero el hace una señal con las manos señalándome de que fuera más tarde y dije, “me la enredo o voy más tarde”. La frase causa risa en algunos de los pasajeros. Subí con unas cervezas de mas al avión y la cerveza dan ganas de mear. No puedo mear, hasta que el avión esté volando. El avión despega y llevamos unos veinte minutos de vuelo, cuando son las doce y algo de la noche. Observo un señor que trabaja en el avión, mirando un libro con apuntes sobre aviones, entrando y saliendo de la cabina de pilotaje. Notamos un poco de nervios. Tenemos la mosca detrás de la oreja.

Suena por la megafonía del avión una voz que dice, “Por problemas técnicos tenemos la obligación de volver al aeropuerto de Tenerife”. Realmente el problema técnico, es que uno de los motores del avión estaba averiado y parado. Los nervios de algunos comienzan a florecer. Algunos en voz alta preguntaban, que pasaba. Nadie respondía y seguíamos camino nuevamente a Tenerife.
Estaba viviendo una época de agobio por muchos motivos. Trabajo, música y muchos problemas en mi cerebro. Resumiendo estaba quemado.Cuando escucho el tema del problema técnico y también escucho a las personas preocupadas, miro para ella, y digo, “No importa que el avión estalle, porque las personas tenemos un destino. Y si el destino es morir así, de esta manera, pues así es. Además nuestra hija, está con Tony y Menchu, que son personas buenas y será feliz. Soy positivo y tengo superado muchas cosas”.  Ella enfadándose manda a callar mi cerebro. Sonrío porque soy feliz. Puede ser que estoy loco, pero seré un loco que sabe que está loco. Positivamente hablando, tengo claro, que allí no hay escapatoria. Un avión de esas dimensiones estampándose contra el suelo, no escapa ni Dios. A los veinte minutos, llegamos nuevamente a Tenerife. Algunos pasajeros gritan pidiendo a la tripulación una explicación sobre el problema técnico. Dicen que un motor está mal. Está parado y no funciona. Levanto la mano para poder hablar. El azafato de mala cara mira pa´mí y pregunta que quiero. Dije, que me importa un rábano el problema técnico, y que si ahora podía ir a mear. Muchos ríen con la pregunta, pero la pregunta es sincera, como el agua que espera en el manantial. Voy a mear y el gustazo es maravilloso.

Cuando salgo del baño, hablamos, reímos y ella como siempre dice que calle, que estoy haciendo el tonto. Seguramente es verdad que hago el tonto, pero así soy yo. Una azafata argelina, dirigiéndose a mí, pide si puedo hablar con las personas de la parte trasera del avión, porque están muy nerviosas. Dice que cuando hablo, algunos ríen y así calmo los nervios de los pasajeros de la parte trasera del avión.

Siento que soy el sicólogo del avión y voy a la parte trasera. Algunos y algunas, preguntan impacientes cuál era realmente el problema y mandé a callar a todos, porque les dije que sabía toda la verdad y nada más que la verdad, de lo que realmente había pasado en el avión. Todos escuchaban atentamente. Comienzo hablar, diciendo que el piloto cuando llevamos unos veinte minutos de vuelo, no se le ocurre otra cosa sino poner una cinta de cassette, donde canta el Fary con la banda de los Rolling Stones. Entonces hubo un problema grave y es que dicha cinta se enredó en el aparato. ¡Claro!. El problema está en que la cinta es prestada por una vecina de Argelia, que tiene muy mal carácter. El piloto dio la vuelta porque fue a playa de las Américas, en el sur de Tenerife, a comprar una cinta en Santiago III.  Y como es la una y pico de la madrugada, el dueño de la tienda, que es indio, está en su casa y están averiguando donde vive. ¿Comprenden?. Ni idea de quién son los rolling. Algunas mujeres mayores miraban con cara de asombro.

Pero las personas positivas reían, con mis tonterías. Porque realmente son tonterías las cosas que hablaba, pero no sabía que otra cosa contarles. La verdad que no entiendo de motores de aviones, sino hubiese explicado algo de motores.

Volvemos a despegar y al cabo de dos horas, aterrizamos en Irún, para repostar simpáticamente, porque jamás un avión reposta con los pasajeros dentro, pero algunos países hacen lo que les da la gana. El problema es que los nuevos pilotos, se niegan a pilotar el avión en esas condiciones y todos los pasajeros tenemos que bajar del avión. Lo cual demuestra que el avión llegó con el problema técnico.

Más de cinco horas esperando que cambiaran el motor de aquel único avión, en aquel aeropuerto tan pequeño. Un aeropuerto, donde la parte del bar y acomodamiento de las personas, podía tener unos doscientos cincuenta metros cuadrados. Las mujeres de la limpieza limpiaban arrodilladas en el suelo. Es un aeropuerto militar y estamos custodiados por soldados argelinos. La paciencia tiene un límite. Algunos pasajeros pretendían que cantara, pero estaba enfadado y saltó la vena agresiva que llevamos todos dentro. Comienzo a decirles que para mí, aquel viaje no era de placer. Que iba a visitar un pueblo que sufre penurias en medio de un desierto y que el cerebro mío, tiene un límite y sabe estar, cuando hay que estar, donde hay que estar.  Creo que me comprendieron.

¿Cómo puede una persona cantar en un aeropuerto donde el motor de tu avión están cambiándolo? Están cambiándolo con la pala de un tractor de esos, para coger tierra en las obras de los edificios. Mirabas por la ventana del edificio del aeropuerto y veías a dos mecánicos subidos a unas escaleras de tijeras. Los soldados con pinta de pocos amigos.

Por fin a las seis horas aproximadamente, salimos rumbo a Smara, donde estaba el campo de refugiados de Tinduf. Ocho horas de vuelo. Dos veces comiendo en el avión. Comida basura, pero comemos mejor que los saharauis.

Dos horas pasaron viendo desde el aire, nada más que arena del desierto. Desde Tenerife a Tinduf, hay dos mil quinientos kilómetros, teniendo en cuenta, que el avión no puede volar por encima de Marruecos, por problemas políticos. Por fin llegamos a Smara.

Juan Santana