Para que pueda ser publicado su comentario, por favor escriba un nombre de autor
Página
principal
Los siguientes comentarios son opiniones de los internautas, no de eldigitalsur.
No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
eldigitalsur se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere fuera de tema.
No está permitido realizar publicidad a través de los comentarios
Los comentarios enviados no se publican siempre al instante, depende de la hora pueden tardar en publicarse.
Arona 30 de Junio de 2010
Mi Vida en el Western
Desde el año 1.984 hasta 1.993, estuve trabajando
en un pueblo del Oeste Americano. Todos los días,
escuchando música de ambiente de pistoleros sin
escrúpulos, bandidos de la pradera, ladrones de bancos. Música de Jonny Cash, la muerte tenía un precio, Por la senda más dura de Levan Cliff, es una película grabada en este lugar, por si quieren verla.

También escuchas sonidos de las pistolas de los pistoleros, puñetazos y un sinfín de gritos de los indios locos. El pueblo tiene por nombre Sioux City, en el sur de Gran Canaria. Es un poblado de grandes dimensiones real y auténtico a los añejos de la época. Un negocio redondo, donde tres o cuatro noches a la semana, hacían barbacoas para los turistas y entran casi dos mil personas, pagando unos 40 €. Con este dinero, pueden comer y tienen barra libre. La bebida no es de calidad, porque con cuatro tanganazos de cualquiera de dichas bebidas, entras en el reino del infierno, trasladándote a otra dimensión. Una banda en directo de música country, donde los turistas parecen estar disfrutando un concierto de AC/DC.

Luego hay un show del oeste, con indios, paseo de ganado con búfalos traídos desde la misma América, robo al banco, peleas, caídas desde un segundo piso, espectáculo mexicano y algunas sorpresas. Cuando los turistas están en otra dimensión a causa de la bebida loca, con más de un 70 % de alcohol, entran en las tiendas de souvenirs y compran sus pistolas de fogueo, cartucheras, sombreros, chalecos y comienzan a dispararse unos a otros con un vacilón incontrolable. Hijos contra padres, padres contra hijos y cada noche las facturaciones son millonarias.
El Sioux City, era la envidia del sur de Gran Canaria. Es parecido al Loro Park, pero con otro espectáculo. La empresa da trabajo a más de cuarenta personas, donde sin querer estas convertido en un salvaje, porque sin darte cuenta, en la calle gritas y actúas a veces como un vaquero, por no decir como un gili pollas. A veces, sales a dar un paseo por los barrancos con un caballo y cómo vas vestido con la camisa a cuadros, el pantalón vaquero y las pistolas, sientes que eres Clint Eastwood, incluso con la mirada.

Alquilaban caballos mansos, pero entre dichos caballos había un caballo blanco, que deseaban dárselo a cualquier inocente, entre ellos yo. Una tarde salimos a pasear y lógicamente me dan el blanco. Voy acompañado por Antonio, un compañero cocinero. Mi trabajo en este poblado, era la decoración y por las noches trabajaba en el Saloon, despachando copas sin parar, porque era barra libre. Aquí conozco Antonio y establecemos una buena amistad. Este día que salimos a caballo, tuve que estar todo el tiempo halando de las riendas, porque mi caballo tiene demasiada energía y está deseando salir a galope. Galopamos kilómetros y kilómetros, pero cuando vamos de vuelta, el amigo Antonio comienza alejarse al trote y pierdo de vista su figura.

Mi caballo sigue empeñado en salir por pata y cuando estoy súper cansado, salto del caballo y sale corriendo solo a una gran velocidad hacia el poblado. Demasiada energía para aguantarlo. Sigo caminando a pie y al cabo de cientos de metros, veo Antonio encima de unas piedras, lleno de sangre y quejándose. Cuando estoy cerca pregunto qué había pasado y responde que mi caballo blanco pasó velozmente a su lado, haciendo que brincara el suyo y lo tumbara encima de las piedras. Luego su caballo siguió al mío. Tuve que llevarlo a cuestas hasta el poblado. Escondía las ganas de descojonarme, porque la situación era simpática. Antonio era un amigo peculiar. Una vez, salimos de cacería con una escopeta de perdigones del cuatro y medio, bajo los efectos del sueño pistolero y dijo ¡Juan!¡Mira lo que hago!. Puso el cañón en la yema de uno de sus dedos y apretó el gatillo. Lógicamente, entró dicho perdigón en la yema y los alaridos podían escucharse en todo el barranco. Ledije, ¡Antonio! ¿Qué has hecho? ¿Tú eres tonto?. Tuve que llevarlo al médico, para sacarle el perdigón. ¡Fuerte loco!

Otra de las veces, iba galopando y el caballo frenó en seco, cayendo por la parte delantera y partiéndose un pié. Estaba ingresado en el Hospital Insular de Las Palmas y pidió por favor que llevara una chica de esas que anuncian en los periódicos, para tal y tal. Era 1.987, y dichas chicas cobraban veinte mil pesetas por una conferencia a Burgos, burg, burg, burg...(espero que comprendan).

Llamé y vino hacer su servicio. Tuve que quedarme fuera en la puerta de la habitación por si venía una enfermera, para que no entrara e interrumpiera la conferencia.

Qué casualidad, cuando era pequeño siempre estaba soñando que era un vaquero y de mayor, estuve nueve años disparando a los bandidos. En fin, espero que por lo menos les haya trasladado a otra dimensión esta historia. Es para salirnos de la rutina política.

Juan Santana