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Arona 14 de Noviembre de 2013
Un disfraz, un antepasado
El primer disfraz, es vestido de santo, soy San Bartolomé, en una obra teatral, en la plaza de Sardina del Sur. Una túnica color verde, con una carita de bueno, haciendo el papel del Santo, San Bartolomé. En el segundo disfraz, voy de centurión, jefe de los romanos. Llevamos a Cristo hacia la cruz, dándole latigazos en la espalda.
El tercer disfraz, es de un soldado medieval, guardián de un rey. El cuarto disfraz, de soldado en la aviación, guardando España. El quinto, de pijo encorbatado, tocando en televisión española en Madrid. El sexto, voy de enchaquetado haciendo un vídeo surrealista, con cabras y cabritos. Con chevrolet, con drak queen, con una señora mayor y vestido de normal. El séptimo disfraz, igualmente enchaquetado en un vídeo clip, como si fuera fin de año. El octavo, es un disfraz de hippy en un vídeo, montados en una furgoneta volkswagen. El noveno, de señorial en un vídeo, en new york. El décimo, de normal en un vídeo en un bar mejicano. El onceavo, de guanche, en una foto, en una cueva de La Palma. El doceavo, de típico, en romerías. El treceavo, de enchaquetado en bodas. El catorceavo, de inglés en Inglaterra, con gorra y paraguas.
Todos podemos pensar en cuantos disfraces utilizamos durante toda nuestra vida, porque la vida es un teatro y razón tiene la canción. Cada día, nos levantamos mirándonos al espejo, para maquillarnos y salir al gran escenario, que es la tierra que pisamos. Actuamos con cada persona, de diferente forma, porque cada uno tiene su guión. Cada obra tiene su papel. Cada época marca su estilo con sus formas de hablar y vestir. No creo en las tradiciones, cuando hablamos de vestirnos con trajes típicos. Nos falta añadir, típicos de “una época”.

En cualquier lugar del mundo, cuando celebran una fiesta y las personas salen a la calle con trajes tradicionales, o con los trajes típicos de la zona donde viven, es porque tienen un total desconocimiento de la auténtica tradición. Estamos totalmente equivocados, porque si queremos guardar la tradición, debemos vestirnos de cromañón. La auténtica antigüedad, está en el pasado, en el principio de la era. Cuando la tierra comenzó a crearse, según la ciencia. Los humanos, salen vestidos con pieles de animales. Ahora hacen negocios con los trajes típicos. Pero también hacemos negocios con las pieles de animales y salen los ecologistas quejándose del abuso, pero muchos ecologistas tienen buenos coches que están cagando la atmósfera. Muchos ecologistas, son unos degenerados y todo esto tiene una explicación. Es porque estamos en un mundo, manejado por la lengua de los más inteligentes. Todos tenemos nuestra inteligencia y con la lengua demostramos, quiénes somos, como somos y dónde queremos llegar.

Estamos en un mundo del bla, bla, bla, y esto podemos demostrarlo en una gasolinera, cuando vamos a poner gasolina al coche. ¿La quiere sin plomo? ¿Noventa y cinco o noventa y ocho?, ¿Súper o normal? Y así seguimos moviendo la lengua y trabajando la competitividad de un mundo materialista. Luego vas a lavar el coche y preguntan; ¿Quiere ficha de tres euros, cuatro euros o seis euros? Cuando solamente quieres lavar el coche, tienes una comida de tarro y llegas a pensar que la ficha de tres euros, es lavado con un escupitajo. Mientras el coche está en el auto lavado, vas al bar y pides un café. El camarero, pregunta, ¿Solo, con condensada, leche leche, descafeinado? Estamos en un mundo de bla, bla, bla. Cada forma de vestir, es un antepasado. Una reencarnación de alguien en cualquier época vivida.

La música es el sonido que nos queda y cuando el mundo vuelva a reventarse con la caída de millones de meteoritos, comenzaremos nuevamente con el sonido de la percusión. Con los tambores. Con el sonido del golpe con las piedras, con los palos, con el agua. El ritmo del olvido, el ritmo del recuerdo. Tener sentido del ritmo, atrae los oídos más inteligentes. Cada uno con su estilo y con su reencarnación.

Juan Santana