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Arona 22 de Julio de 2013
Vacaciones de verano
para todos. Ojalá
Irse de vacaciones es un lujo en
estos tiempos, según montón de
personas, pero la crisis siempre
ha existido y siempre ha sido así
en todos los tiempos. Las ilusiones
de cada persona son las que mueven
su cuerpo a infinitos lugares del planeta. La felicidad de cada persona depende de su educación y su forma de ser personal.

Viajar es un placer y un aprendizaje, pero no es la felicidad total, porque la felicidad total no existe. Somos tantas personas con infinitas formas de vida y a medida que pasa el tiempo vas comprendiendo que la avaricia rompe los moldes. Cuando viajas a lugares con otras políticas sociales, otras costumbres, otra educación y otros idiomas, llegas a la conclusión de que al final todo se resume a dinero, para ser libre cada uno a su manera.
La gastronomía, los medios de transporte, el comercio, el cuidado del paisaje, el comportamiento social. Mientras algunos países del mundo están en conflictos bélicos y otros pasando hambruna, observamos que el resto de países que están bien, entre comillas, ignoran todo totalmente, pero siento que esto es algo automático del comportamiento humano. Tal vez la razón sea que somos conscientes que no podemos hacer nada porque son problemas demasiado grandes. Cuando muchos países están en guerras civiles o casi mundiales, los intereses que rodean están al acecho. Fábricas de armas, comidas embasadas, vestimenta para soldados y un largo listado como tiendas de campaña y más, mucho más.

¿Qué importan las muertes? Aquí vive el que tenga suerte y que escapen los que puedan. En este último viaje Alemania, concretamente a Heidelberg, goce de los paisajes maravillosos y mágicos, pero algo que realmente me llamó la atención, fueron los mendigos y los artistas callejeros, porque la mayoría tenían un perro a su lado. La razón estaba en que los alemanes son muy amigos de estos animales y soltaban mas monedas. Había uno de los mendigos, por llamarlo de esta manera, porque de mendigo nada, ya que vestía bien, tenía wassap, sus cigarros, agua fresca y no le faltaba nada. Sin embargo todos los días de la semana, menos los jueves y domingos (porque libraba), se sentaba tan feliz a leer y los transeúntes incluso paraban hablar con él, con charlas incluso interesantes. Otra de las cosas que me gustó fue el transporte público, porque pagabas tres euros y medio al día y podías estar veinticuatro horas utilizando dicho transporte. Luego en los supermercados habían unas máquinas, que metiendo las botellas de plástico grandes o pequeñas, te daban veinticinco céntimos de euro, que no es mucho, pero vale más que nada y ayuda a fomentar el tema de la limpieza.

En las calles dejaban que los artistas se buscaran la vida y de alguna manera, decoraban las calles con sonidos agradables, aunque algunos ya caían pesados, porque tocaban cada día, las mismas melodías. Esta parte de Alemania de nombre Heidelberg, tiene ciento cuarenta y cinco mil habitantes y una media de ocho mil turistas diarios, que se dice fácil. El castillo que está construido desde mil cuatrocientos, fue también una de las cosas que más me gustó, sobre todo el barril de vino, porque dicho barril tiene una capacidad de doscientos veintiún mil litros, que también se dice fácil. Han sido dos semanas de caminar cada día una media de quince kilómetros, pero ha valido la pena, a pesar de tomar muchas sopas y huevos y papas. Se acabó lo bueno y seguimos nuevamente con la lucha por la vida, tragando noticias de las que prefiero ni nombrar para no encharcar negativamente la carta. Un abrazo.

Juan Santana