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Arona 17 de Octubre de 2012
Mi historia en Mallorca
Esta vez quiero compartir una historia ancestral
para los lectores interesados, esperando que tengan
cualquier reacción, menos la negativa. Estamos en
Octubre de hace más de veinte años y vivo solo en Pozo Izquierdo. Estoy desayunando en el Bar El Edén del Bocadillo, un Bar que todavía existe justamente frente a la plaza de Vecindario en Las Palmas.
Es mi primer día de vacaciones y mientras desayuno leo la prensa, no sé si La Provincia, o el Canarias 7, y veo una oferta de viajes Barceló. La oferta dice, once días en Mallorca, veintiocho mil pesetas, con pensión completa. En estas fechas suelen viajar mayoritariamente los más mayores jubilados, porque estamos en época de colegios y más. Es mi primer día de vacaciones y justamente a menos de cincuenta metros, hay una agencia de viajes Barceló, todo a huevo.

Termino de desayunar y voy a dicha agencia para ver si era verdad y saqué mi pasaje por once días a Mallorca, con pensión completa. Preparo mi mochila con la ropa, cojo mi guitarra y arranco para el aeropuerto y efectivamente el avión está casi completo de personas jubiladas y dos jóvenes. Había una chica, que recuerdo era muy guapa y yo, que también soy guapo, ¿O no? Llegamos a Mallorca en hora nocturna y nos recoge una guagua que nos lleva al Arenal, al Hotel Pueblo. Nos reciben y nos vamos al salón de actos por llamarlo de alguna manera. Estamos sentados todos esperando al guía que tardó un poquito en llegar. Nada más llegar, un señor le pegó la bronca, porque había tardado un poco y salí en defensa del guía turístico diciendo que no era para tanto y que once días, pensión completa por veintiocho mil pesetas, era para esperar todavía un poco más, sin problema alguno, porque era un chollo.

Nos fuimos cada uno a su apartamento y bajamos a cenar. Conozco a una mejicana, además de nombre simpático, Lupita. Trabajaba con el gobierno mejicano de Química en no recuerdo exactamente dónde. Esa noche quedamos en vernos por la mañana y alquilar un coche a medias. Alquilamos un Seat Panda blanco y nos fuimos a recorrer Mallorca. Tenía una forma simpática de hablar y de decirme que bajara el cristal de la puerta para que entrara aire. Decía, ¡Juani, baja el vidrio! Si entraba frío decía, ¡Juani, sube el vidrio! Poco a poco va creciendo ese amor vacacional con buen rollo, sabiendo que una vez acabe las vacaciones, acabó el amor también, aunque existen muchas personas que en vacaciones quedan enamoradas para toda la vida, entre ellas, yo.

Una noche salimos por la Catedral y cuando estamos paseando por una zona de jardines nos salen dos chicos con pinta de tocar los cojones y decidí ser simpático, además de cantarles casi una hora. Nos despedimos todos contentos. Lupita cuando íbamos al hotel decía, ¡Juani, les vi con malas intenciones! (Imaginar esto con esa voz mejicana) y respondía con su mismo tono de voz, ¡Lo sé Lupita, pero antes de darles guitarrazos y romper la guitarra que mi padre me regaló, preferí cantar y salió bien!

Una de las mañanas nos fuimos a un mercadillo donde habían unos trileros y a Lupita le da por jugar a ese engaña bobos. Escondían una bolita roja debajo de una de las medias papas y apostaban de dos mil a cinco mil pesetas. Le decía, ¡Lupita, que vas a dejar aquí muchas monedas! y todo esto hablando con el tono mejicano, porque yo solo me descojonaba. Perdió quince mil pesetas, en menos de diez minutos. Lupita lloraba y me abrazaba. Le dije, vamos al apartamento, para olvidar la pena. De cinco a siete de la tarde, era Happy Hour, donde muchos clientes del hotel, esperaban que yo bajara con mi guitarra, para invitarme a copas y así, hacia el gilipollas cantando y tocando con medio pedo y no por medio peso, como Pepe Benavente. Y colorín, colorado, este cuento, se acabado. Un abrazo.

Juan Santana
Comentarios
Hola soy Lupita.