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Arona 8 de Junio de 2012
El sonido del silencio
El ruido nos tiene acostumbrados a vivir con él. Sonidos
de coches, personas hablando, motos, golpes de martillos,
sonidos de calderos y cubiertos cuando fregamos, la tele-
visión con los tertulianos gritándose unos a otros, el timbre de la puerta, los perros que ladran, los gritos en los campos de fútbol, el camarero gritando a la barra para que vayan haciendo unos cortados, el vendedor de cupones gritando que lleva el premio.

El sonido de los barcos cuando salen del puerto, la música a todo volumen en algún coche del joven pensando que es chachi piruli, el sonido de la moto que gracias a Dios quedaron atrás las motos con tubo escape picado y así infinitos ruidos. Menos mal que en esta parte del planeta no tenemos conflictos bélicos donde las bombas y otras armas estarían amargándonos la vida, y pobrecitos aquellos desgraciados que viven esos horribles acontecimientos.
El sonido del silencio es el mejor de los sonidos y esto podemos disfrutarlo cuando tenemos la oportunidad marchándonos a cualquier montaña, donde el único sonido sería es el de los pocos pájaros que nos quedan en libertad. Estar en total silencio es un lujo, porque vivimos en una isla donde cada vez está haciéndose más pequeña y sumamos el problema del olvido. Hemos olvidado pensar bien, y pensar bien es escapar del espacio circular monótono de todos los días.

Nos levantamos a trabajar o a buscar trabajo y son muy pocas las personas que salen a la calle aunque sea un día a la semana para disfrutar de algo llamado, libertad. Libertad para tomar el aire, tomar el sol, salir de la rutina diaria y escapar del come coco exterior e interior. Subir a una montaña es algo tan fácil, tan sencillo y además gratis, pero nos falta el empuje, el motivo, la razón para decidir hacerlo. Una vez al año podemos levantarnos temprano decidiendo la montaña que vamos a subir, para disfrutar de la poca belleza de la madre naturaleza que nos queda y si vas bien acompañado mejor, para compartir más y más.

Algunas personas o muchas personas siguen pensando que la libertad está en sentarse en una terraza tomando cualquier líquido o comiendo, y no voy a negar que también es relajante, pero aconsejo que piensen un poco en tomar la decisión de salir al mundo exterior. Tenemos costas, montañas, playas y barrancos, para tomar el aire y reflexionar sobre cómo todavía estar mucho mejor.

No estoy presumiendo de ser una persona que vive todo esto que les estoy contando, porque caminar o subir montañas, tal vez lo haga tres o cuatro veces al año, pero es mejor que no hacerlo nunca. El sonido del silencio total sería cómo el diamante, todavía mejor que la plata o el oro. El sonido del silencio en los tiempos ancestros lo gozaba mucho más que ahora, porque parece que en algunos casos, entre más grande, soy más bobo. Me despido invitándoles a pensar en salir cualquier día y disfrutar de lugares poco visitados, para comprobar que encontrarán algún turista, que ellos sí que saben. Nos vemos.

Juan Santana