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Arona 23 de Marzo de 2012
Reflexiones de amores
Primera historia. ¿Te puedo decir una cosa?, pregunté
mientras trabajaba en la cocina. Habían pasado algunas
semanas y la confianza era de alto nivel. Ella respondió
que sí  y entonces hablé con esa claridad con todas las cartas viradas hacia arriba, sin tapujos y con la seguridad de no tener ningún problema.
“Si tuviéramos la suerte de estar en un lugar cualquiera, bailaría contigo
apretándote con cariño y dándote besitos en la cara, en la frente y en
la punta de la nariz”. Ella responde que suena bien y comparte el sueño,
pero quedará en sueño. Pero sabíamos que podía convertirse en realidad.

Segunda historia. Víspera de San Juan y estoy solo en la barra de un bar. No tengo ni la más mínima idea de qué puedo hacer una noche importante. Mientras tomo una cerveza observo una chica sola en una mesa tomando un refresco. Decido acercarme a la mesa y saludo. Nos presentamos con nuestros nombres y le invito salir esa noche. Estamos en Las Palmas y ella es una turista disfrutando en la soledad de unas vacaciones. Explico que en España es víspera de San Juan y es típico hacer hogueras. Vuelvo a invitarle a salir conmigo esa noche y gozar de una noche completa y cuando digo completa, es para dejar claro que es completa. Ella con movimientos del rostro dice que no, pero le dije que no tenía que apurarse en responder tan rápido, que estaré en la barra, por si cambia de opinión. Vuelvo a la barra a seguir con mi cerveza. En menos de diez minutos ella viene a la barra y pregunta, ¿Lo que antes dijiste era en serio? Respondí, ¡Pues claro! Entonces ella acepta la invitación y salimos esa noche. Ella solo tomaba zumos de naranja, paseamos y terminamos sudando cómo cualquier ser humano. Confesó que era casada y que su marido era médico con servicio veinticuatro horas y estaba harta, pero que estaba muy enamorada. Ojala que le vaya bonito, porque era guapa, inteligente y más cosas que no cuento. Somos animales con instintos irrefrenables.

Tercera historia. Con diecisiete años tienes una energía bestia y estoy tomando el sol con dos amigas en la playa de Pozo Izquierdo. Estaba tendido en el centro, cuando las dos amigas no tienen otra cosa mejor que hacer, que comenzar a limpiarme la cara de los granos típicos de jovencito. Imagínense dos chicas, una en cada lado en bikinis de esos que provocan al personal y encima de mi cuerpo rozándome todo. Imposible concentrarme para que no tuviera el bañador estirado. Cada par de minutos les decía que tenía que ir a darme un chapuzón, porque era fuego. No hubo un final completo y feliz, pero tiene su gracia el tiempo que duró la limpieza de cutis.

Escribir estas historias podrá ser una locura y estoy seguro que muchos lectores tienen sus experiencias de amores y desamores. Unos las comparten y otros las guardan para siempre, pero de todas formas no estoy dando nombres de las protagonistas porque el respeto es muy bonito. Los momentos de fuego, donde tu cuerpo y tu mente vuelan a otra dimensión, son los auténticos. Pobre de aquella personas que jamás haya gozado de dichos momentos.

Cuarta y última. Esta historia es para que el lector reflexione. Alguien me informa que comunique a otra persona la muerte de una mujer que conocíamos. Pero ese alguien dice que hable con otra persona para comunicárselo, porque suponía que eran amigos. Este último no recordaba quién es la difunta y pido una foto para ver si así recordaba quién era, y cuando enseño la foto para demostrarle quién era la difunta, sus palabras textuales y exactas fueron las siguientes, "¡Ah!, a esa me la follé yo". No escuché ni un qué pena, ni un la pobrecita, ni...... Y después de estas cuatro realidades, me quedo con las tres primeras. Estamos convirtiéndonos en monstruos de los locos, que son peores que los malos.

Juan Santana