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Arona 12 de Noviembre de 2011
Algo de mi amigo Moncho
que en paz descanse
Toca hablar de Moncho, sobre parte de algunas vidas de
amigos interesantes. Moncho murió hace años y siendo libre hasta donde podemos. He decidido contar algunas historias vividas con este amigo que vivió a su manera. Vivimos nueve años juntos trabajando en un pueblo del Western, donde cada día hacían espectáculos del Oeste Americano con shows de la época de los vaqueros.
El trabajo de Moncho era cada día pelear actuando como bandido o Sheriff, en la puerta del banco cuando entraban los bandidos a robar los dólares. También alquilaba caballos a los turistas para pasear por todo el pueblo y los barrancos anexos. Antes de trabajar en el Cañón del Águila como también se llamaba el poblado, era boxeador profesional cuando la época de Franco.

Una vez la policía en una redada lo trincaron con dos o tres gramos de hachís y estuvo tres meses encerrado en la cárcel del Salto del Negro en Gran Canaria. Cuando estaba en la cárcel estaba meando en el baño y un recluso entró abusar de Moncho, pero no esperaba que Moncho fuera un boxeador profesional y lo puso al caldo millo. Moncho tenía una altura y un cuerpo fuerte, pero con un corazón más grande todavía. En el poblado había otro pistolero apodado Juan Cuchillo y tenía una novia, pero por asuntos que no recuerdo Juan Cuchillo fue a la cárcel también por un tiempo y en el tiempo que estuvo en la cárcel, Moncho y la novia de Juan Cuchillo terminaron enamorándose y con el amor, no puede nadie. ¿Qué se puede hacer con el amor?, ¿Qué se puede hacer si es cosa de él?

Cuando Juan Cuchillo salió de la cárcel y volvió al Cañón del Águila, lógicamente estuvieron un tiempo sin hablarse. Moncho tuvo un hijo con la ex  bautizado con el nombre de Aarón. Recuerdo que le regalé una silla india cuando era bebe y rompió a llorar con aquel cuerpo. Su mujer era súper bajita al lado de él, pero dominaba a Moncho con todo el cuerpo que tenía.

Una noche salimos de fiesta y de madrugada lo alcancé a su casa porque él nunca sacó el carnet de conducir y ella desde el balcón decía a Moncho que no lo dejaba entrar. Aquella imagen de la mujer bajita enfadada con aquel gigante, todavía hace que sonría. Al final dejó entrar a Moncho. Uno de los grandes problemas de mi amigo Moncho, era la jodida bebida que era capaz de  tomarse una botella de ron en menos de una hora. Un par de veces nos paró la policía y los policías aguantaban la risa, porque aquella bestia sentada en la parte delantera de un Seat Panda, con una cara de ido con la bebida, también era simpática.

Las mejores peleas del espectáculo eran cuando estaba mosqueado  de verdad con el compañero que tocaba dicha pelea, porque los golpes retumbaban de verdad. Debajo de sus camisas llevaban una especie de chalecos anti golpes, pero de todas formas las hostias eran buenas.

Llegó la crisis y Moncho fue al paro hace más de cuatro años. Moncho no está respirando, no conoció los teclados, sin embargo Moncho está en las redes. Tal vez como presentación, como homenaje, como amigo de los de verdad. Moncho donde quiera que estés, te diré nos veremos cuando nos toque irnos de este planeta de inteligentes. Nos vemos.  

Juan Santana