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Arona 28 de Junio de 2011
El lujo del sonido del silencio
Me encanta levantarme antes de que el Sol ilumine
mi parte del planeta. Siento que el mundo es mío y
el sonido del silencio es único. Siendo responsable
de una finca en La Higuera Canaria en Telde, Las Palmas, solía ir muy temprano porque había algo especial para aquellos que valoramos el sonido de la naturaleza.

Estamos hablando del año 1.987 aproximadamente. Entre los meses de diciembre a febrero es tiempo de podar parras y naranjeros, pero también es tiempo de crías de pájaros.
Estaba enganchado a coger algunas de las pocas naranjas que había en los árboles, hacerme un buen zumo y sentarme todavía a oscuras a esperar que saliera un poquito la luz del sol, porque cuando comenzaba a iluminar, estallaba el sonido de las crías de los pájaro pidiendo comida. Comenzaban muchísimos pájaros a cantar, los mirlos y otros que saltaban de árbol en árbol. No hay palabras que puedan describir el sonido tan maravilloso mientras abres y cierras los ojos, centrándote bien sin dejar escapar ninguna nota de la melodía natural.

Una de las veces que estoy sentado abro los ojos y observo una lechuza que estaba posada a menos de cuatro metros mirándonos fijamente, con el máximo respeto. Otra de las veces estoy sentado y cuando abro los ojos veo una rata de campo del tamaño de un conejo caminando al lado de mis piernas. Realmente no sé si la rata estaba muy vieja o ciega y por eso caminaba tan tranquila al lado de mis piernas. Otro día cuando estaba regando las papas y una de las veces que tenía la azada levantada para arrastrar tierra o virar la torna, veo a un conejo tan tranquilo que tuve que espantarlo, porque los dos estábamos igual de sorprendidos. Alquilaba un burro para bajar estiércol por las laderas.

Recuerdo que pagaba 2.000 pesetas al día y el primer día de alquiler descubrí la razón de llamar burro a este animal. El chico que guiaba el burro, cargaba hasta seis sacos de estiércol encima y a veces recriminaba dicho abuso. Incluso una de las veces quise ayudar por la cuesta abajo y terminó dándome una pisada el burro, que dolió de la hostia. El día que descubrí la razón del nombre, burro, fue cuando cargado con los seis sacos encima, hizo una parada y comenzó a comer hierba tan tranquilo. Aquí se me quitó la pena porque descubro lo bestia que es este lindo animal. Tenía un amigo, Juco, un perro presa bardino, que acompañó muchos años mi soledad hasta que murió.

Dos madres perras parieron juntas y una de las madres mató a sus crías y amamantaba a las crías de la otra, cosas de la naturaleza. Juco era hijo de una gran perra y debido a su mejor alimentación y cuidados, era doble tamaño que todos sus hermanos. Cada sábado compraba alfalfa a Santiago para dos cabras que tenía en una azotea viviendo en Guanarteme, en plena ciudad. Me encanta la leche de cabra…..(Si les interesa esta historia, continuaré…me lo dicen y así haré….) Un abrazo.

Juan Santana
Comentarios
lDecía un poema zen:que el sonido del valle es un gran conferencia.Otro hablaba de ,la montaña y del silencio:al atardecer las personas se marchan y la montaña queda en silencio,melodía de un arpa sin cuerdas o de un flauta sin orificios,su sonido hace vibrar el corazón mas frío.Cuando uno intenta descubrir el silencio mas absoluto y lo contempla aunque solo sea un instante, ya ninguna música vuelve a ser la misma.Como por arte de magia se convierte en tu fuente de inspiración,te pierdes por los caminos como un poeta y ninguna orción sustituye tu mantra:el silencio.Luego esperas su conferencia. me imagino esta gente que ahora nos visitó y estuvo allí:en la luna. Donde ni siquiera el viento existe,asistió a su concierto en primerísima persona. En fin,no quiero aburrir,pero yo lo he acariciado.Icho