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Arona 17 de Enero de 2011
Mi yo interior, sabe todo sobre mí
Nuestro yo interior es el auténtico amigo verdadero,
porque está dentro de nosotros y nos dice todo aquello
que sale por nuestra boca. Nos hace mover de la manera
que ellos deciden. El yo interior está siempre hablándonos
al oído y es el culpable de todos nuestros errores y nuestras virtudes.
Es el responsable de nuestras cosas buenas y nuestras cosas malas. Desde hace mucho tiempo muchas personas, comenzando por mí, nos movemos sin pensar bien las cosas y por ese motivo nos equivocamos y tropezamos, haciendo daño inconscientemente que es lo peor que puede pasar. Cuando una persona bebe más de la cuenta y conduce el coche en malas condiciones puede tener un grave accidente donde puede tener un final desastroso. Cuando uno mismo termina en la cuneta no hay problema, porque el problema está cuando matas a alguien por culpa de la inconsciencia maldita. Por culpa de no pensar bien las cosas, por la ignorancia, por la estupidez.

Gracias a Dios, en mis tiempos de ignorancia no pasó nada, y confieso que he conducido en horas nocturnas bajo los efectos del cuba libre. Ahora puedo contarlo y mirar al Cielo, para nuevamente dar gracias a Dios o a los Dioses. Ahora puedo aconsejar esperando que algunos logren comprender esto que estoy escribiendo. Hacemos el idiota cuando tenemos malos comportamientos. Tomarse unas copas viene bien, ¿Por qué no?, pero haciéndolo en los lugares donde podemos hacerlo tranquilamente, donde no exista peligro alguno.

Vivir es bonito, siempre y cuando respetemos sobre todo a los demás, que son los inocentes. ¿Cuántos inocentes han muerto por estar en el lugar indebido? Cada día ponen más normativas a los conductores y vamos a decir que están bien, para que no nos desmadremos, aunque tampoco nos explicamos por qué los coches pueden correr con velocidades que sobrepasan los ciento cincuenta kilómetros por hora. La responsabilidad viene después del pensamiento, de la reflexión. Muchos coches cada día en la carretera y los ojos tienen que estar bien abiertos, sobre todo para esquivar a los que vienen con los ojos cerrados. Pero termino aconsejando a todos y comenzando por mí, que debemos pensar antes de hablar, porque la cagamos.

Juan Santana