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Guía de Isora 25 de Julio de 2012
El colchón de pinocho
(para quitarle hierro al asunto)
La verdad es que uno lleva ya una semana algo
cansado de oír infinitas opiniones sobre el incendio
que nos dejó sin pinos y me dio, para relajarme, escribir
sobre una prenda de dormitorio que se rellenaba con las hojas secas del pino canario y que se ubicaba sobre la cama, a veces de viento o turca (…) que era – nada más ni nada menos –  un jergón de bolsas tal vez habaneras rellenas de ese vegetal y que encima de ese artefacto, los casares hacían el amor (…) que es frase que hoy se usa con una liviandad casi insultante.

Es, salvando las distancias pelvianas, como los calzoncillos confeccionados con bolsas de azúcar cubana,  por expertas (…) manos de artesanas de la ropa de hombre. Un suponer: el colchón relleno de pinocha, en femenino para cumplir la cursi paridad.
La fajina (que puede ser una paliza o violencia de género) era la funda de la mazorca de millo y que tuvo su época y su moda, más ruidosa, pero que picaba menos. Una revolución en su tiempo.

Podíamos  hablar de los  viejos de antes (…) que saben mucho del bosque – y a los que los guardamontes les requisaban el carbón, que era un incendio controlado - o de las mujeres que recogían el cisco que era y es un cisco, sinónimo de rapidez que era  ocultar el alijo, o de los que despotrican de la clase que votaron. (Demagogia).

Pues el colchón de pinocho era un número, algo así como un juguete casi erótico porque sarna con gusto no pica y del que ya nadie se acuerda, pero fue el primer cara a cara y cuerpo a cuerpo de los recién casados, que empezaban a conocerse. O no. Como el cobertor de fajina o de crin, que de todo hubo, y que era más ruidoso – ya de dijo - para envidia de costureras de ropa de hombre. Hoy hay camas de agua, pero creo que nada tienen que ver con los artilugios citados. De hecho, creo que la parte contratante, la pareja, puede caerse en los juegos preliminares y se pierde el encanto. Y si la señora es de peso, cualquiera la levanta en tiempo  y forma. Que es, además, cuando los amantes (…) se tratan de usted que es costumbre muy isleña. Y ambos se arrechan buscando la forma de comenzar de nuevo. Y el varón (o la hembrita) muerde con saña la goma del moderno colchón que se desinfla – los gases - e intentan reconciliarse alcanzando un orgasmillo a pié de obra…. (Que bien me quedó este verso tipo polca malcriada)

Hay que limpiar el monte y no dejan recoger pinocho, dice uno que poco le interesa lo que predica. Y no es verdad lo que sentencia,  porque este material se puede recoger, gratis, cumpliendo con un deber de ciudadano, asignatura que los que regresaron al poder denostaron. Abramos un paréntesis para decir, una vez más, que antes también se quemaba el monte, pero sólo lo apagaban los incautos que sentados en los muros del puente los apresaba la guardia civil que no entraba en el casino (sociedad cultural y de recreo), sino que iban a tiro hecho, a pico y pala; sin aviones, ni helicópteros ni nada. La nada. (y he visto a la policía local tirar colillas a la carretera reiteradamente) El orden.

Y después llegó el colchón Flex – un gran invento – y, más tarde el “a mi plín, yo duermo en Pikolín…” y una larga sucesión de cursilerías que no han superado en lo tocante al picor reconfortante del colchón de pinocho. O lo mónaco que alude a un principado mafioso con tentáculos acá y que también vendió tálamos; es decir: una enorme casa de putas, perdón, consentida – como los golfos y golfas del Caso Karate - hasta por el Papa de Roma, que se supone que es célibe y debe dormir con cilicio y como un fakir, sobre un lecho de clavos para mortificarse y hacerse acreedor de la gloria. Como lo de Eurovegas que fue una bajada de pantalones vergonzante y en la que intervinieron los alcaldes metropolitanos: dos enanitos a los que sólo les falta un ogro o blancanieves y un monte quemado. Todo cuadra menos los balances de los sabios economistas y asesores.

Como ejercicio paliativo uno recomendaría regresar al colchón de pinocha/a y que los ocupantes pasaran una ITV o similar. Y después hablamos.

El monte no se quema por el pinocho, le pega fuego el malandraje canario. Y se apaga si se quiere. El resto es folclore basto e insultante. Como la crisis.

Ya está bien. O mal.

Cheche Dorta