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Guía de Isora 7 de Mayo de 2011
El Baile de Magos
Antes de contradecirme voy a declarar
que a uno le gusta una buena parranda
con músicos y cantadores buenos, gente
“preparada” como se les exige ahora a los candidatos,
con las mesas bien puestas, vestimenta cómoda (por el clima que está avisando), obviar coplas apócrifas tipo señores yo soy del campo, tengo las patas rajadas.
que el vino tenga su orgullo y que no esté turbio aunque se pueda beber, mantener la distancia entre la tercera edad que puede no llegar a la treintena de años pero que son viejos prematuros, que haya músicos y música – insistimos – y que haya gente, sobre todo.

Y que el baile de magos sin magia, continúe con entera libertad. Pero no se explica uno – ahora comienza una de mis innumerables contradicciones – como en las mesas que se montan en el centro de la City donde se exhiben sin pudor marcas de refrescos que están en cualquier rincón del planeta, hasta en La Noria que era una tortura para el burro.

Procedamos, pues, a hacer algo de propaganda aunque ellas, las marcas, no lo necesiten: Fanta, ¡qué fantástico refresco, da gusto tener sed!, el Tragamirindas que es más canario que el carajo, el socorrido Seven-Up que no tiene conservantes y la omnipresente Coca –Cola que, por colaborar, pone hasta las casetas. Y, para los despistados, algo de vino atómico (…) y un platito de gofio que pocos repiten porque les da acidez (de ahí, sagaz lector posible, lo de controlar a los desmemoriados veteranos) y prefieren la bollería industrial, tipo Donuts, de la que pueden dar fe los que están detrás de la barra de cualquier bar cada amanecer. Aunque siempre quedarán los infinitos engaños de bífidos o actimeles que Pedrito, el nuestro, tenía en Abades siempre en la nevera inexistente, o casi, aunque jugara al fútbol en caminos de tierra y me contradigo, otra vuelta, porque ayer marcó un golazo, a pesar del anuncio.

Que siga el baile, pero tampoco me creo que los trajes llamados típicos y tradicionales, se toquen con sombreros cursis unisex, o que las mujeres se pongan multitud de refajos hasta llegar a la superficie y que, también, los varones lleven polainas de lana o chalecos que les harán sudar más que un encargado…No sé. Pero intuyo que lo de los “trajes típicos es una mentira”. ¿No sería más lógico que se diseñara (…) un trajito humilde inspirado en los cargadores de estiércol u otro, minimalista, (…) con los colores pastel del que aguantaba y aguanta la piña de plátanos sobre sus hombros? O que las sombreras, en femenino, y los pantalones de las valientes mujeres, tomateras a proponer, que se los calzaron en contra de la unánime opinión de toda la vecindad, pudiera o pudiese ganar un concurso, aunque se enfrentaran al veredicto del respetable, escuchando aquella frase que decía y puede decir: ¡Eso no me lo pongo yo ni pa coger cochinilla…! Por cierto : llevo un montón de años usando un sombrerito y aún no he hallado clientela para difundir esa moda que no se ha puesto de moda. Y es (de) gratis. Ni los calvos me apoyan.

Ahora que se valora mucho el nivel de audiencia (nada que ver con los tétricos edificios dónde, supuestamente, se imparte justicia) de las teles exageradas, me imagino lo que hubiera dado de sí un amplio reportaje – mesa a mesa – en el baile de magos; el criterio, la canariedad, lo cómodas/os que se sienten los magos embutidos en la vestimenta que hemos narrado, el saber lo que era una Noria, la cruz, la fecha del primero de mayo, la concepción, Nelson y el General Gutiérrez, el gofio de millo que no puede ser gofio, el desbarajuste del CD Tenerife, pero que saben completita la alineación del Madrid o del BarÇa, o los mendigos muertos hace unos días en esas calles de la capital y que a lo mejor el concejal del ramo, nunca de rosas, va repartiendo sonrisas, otra vez de mesa en mesa, y que es un hombre preparado, (disculpen, porque se me fue la tecla, ya que no quiero hablar de política), que la paella sea el plato insigne e indispensable de los tenderetes canarios, batiendo hasta al cochino que  ya es decir…”Me encantó la boda de los príncipes ingleses”.- dice un carnavalero de toda la vida, de corazón, mientras le invita al reportero que cobra una miseria y sonríe ante la cámara supuesta, con un vaso de plástico – que gran invento – por la seguridad que manda el protocolo.- “Ande, paisano, bébalo, que es lo que da la parra”.

Y terminamos esta crónica repitiendo que no está mal que haya bailes y alegría. No. Lo que debe mover a la reflexión es lo que se ha intentado verter en este momento dado. Tal vez, muy cerca del recinto donde se celebra el evento, está la calle Miraflores (….) en las que resistirán las últimas mujeres cariñosas, las que fumaban cuando estaba prohibido, como ahora, y que escucharán nostálgicas los ecos de la farola del mar. Un mar que Santa Cruz olvidó hace muchos años. O el zurrón del gofio, ¡ay húngara! Que sabe que muchos zurrones están ahí, al lado, ignorando que ese odre significa mucho más que un objeto típico… como la Casa Cuna.

Un carnero topón ¿un carnero topón? No sé, pero no estaría de más ensayar sobre este superviviente adalid del goro. Y reconozco que este párrafo no es políticamente, perdón, correcto. Por lo que será mejor aconsejar a los supuestos lectores que peguen por el principio. Ellos, vosotros (…) sabrán dilucidar lo más conveniente. Y que siga el baile. Que no tiene nada de malo. Ni de bueno.

Cheche Dorta