Y todos los macaronésimos y maronésimas que han madrugado, se abalanzan en esos bares pidiendo infinidad de combinados derivados del café que es una semilla oscura. Sobre todo (coma) uno observa a las mujeres que trabajan cotizando – hoy, porque antes no- tan dadas a la escudilla viscosa o similar y la que no ha pagado las cuotas – o a una vieja ruin que es la mitad de ruin que dos viejas ruines - pregunta, la vieja que es mala vecina, si el café será una droga, pero lo pide y lo sorbe, soplando, porque le gusta bien archetado.
Y uno se pone en el sito del que está dentro de la barra de la cafetería y lo considero y me da como pena. Porque hay que estar pero que muy preparado para contentar a todas y a todos, variadito, con sus caprichos matinales. A saber: café solo, con leche, leche y leche, barraquito con o sin licor, tibito y poca leche, o tibito y fuerte de café, descafeinado, sacarina, güayoyo (¡ay que gracioso!), un olor ( se lo escucho a un palmero cada mañana, que no sabe si sube o baja; y pa mi que está bajando desde que subió el primer peldaño de la escalera que conduce a ninguna parte); y seguimos : natural, café con leche, cortadito, condensada, capuchino con espuma, con nata, te pasaste con el café; póngamelo bien caliente (este vicio es muy tradicional), la leche fría o al revés, expreso y ponme un expreso en el fondo de la taza, dame otra bolsita de azúcar (que antes era el tejido natural de la ropa interior, inclusive en las mujeres más fieras) etc.…, todo el mundo harto de tanto café y de tanto aburrimiento, acaban pidiendo un menta poleo u otro brebaje para entretenerse. Y el camarero encabronado, con razón.
Pues resulta que como este es un relato nada pretencioso, aunque un poco farruco, me acuerdo de algo y reconozco que desde el punto de vista literario no es muy lógico y nada cafetero: por ejemplo el padrenuestro, oración que rezan hasta los futbolistas que no saben de crisis, que se persignan al saltar al césped como si temieran que les rebajaran su sueldo inmoral - y lo cito porque me han dicho que han quitado algún que otro párrafo de la oración primigenia y axiomática, verbigracia aquél que dice: “y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”…, que obviamente nadie lo creía, pero se estuvo rezando con fervor hasta ayer mismo. Creo. Lo recitaban de memoria hasta los mercaderes de Venecia o de las oficinas siniestras tan cercanas, hasta que el agua les hizo cambiar – diversificar más bien la economía – y jugar en la bolsa, apostando a otros valores ( ¡ ). Repitamos, porfa, lo antedicho, porque es casi gracioso: “así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”….¡ay que risa nos debe causar tamaña contradicción ¡ Y estamos a las puertas de la semana santa, dicho sea de paso. Paso (que, por cierto, aparte de la jerga de una parte de los enganchados al móvil, es un rebujón de idolillos, cargados a hombros castrenses, que hacen llorar todavía, aún, cuándo salen los monaguillos farrucos). Lo de la Bula, aquella disposición de los clérigos de buena boca, sólo recordar que los ricos – si pagaban – podían comer carne en Semana Santa, ahí está ya, otra vez con toda su parafernalia ¡dos mil once años, ya, después de…! Y todo sigue igual. O peor. Por lo que de la Bula hablaremos después de las elecciones, que serán aprovechadas por los candidatos para ir detrás de los idolillos piando muy píos. Y para no interferir en la opinión ( ¡ ) del pueblo llano.
Debemos citar que el mercado del café, tal vez la bebida más rentable y la que más se consume en el planeta, no se da y no se cultiva en la vieja Europa ni en la falla (fallará) de los USA que están al borde del cañón del Colorado (un paso antes del abismo), ni en los países que están jugando sus últimas bazas, por mentirosos. Todo se andará. El café, decimos, es moneda de cambio más poderosa que el euro o que el dólar americano y se produce en otros lugares donde ¿explotan?, puede ser, a seres miserables que no beben café. Un poco menos que el agua. Y no hallo respuesta que me satisfaga porque el camarero sigue con mala cara y uno, yo, oyendo la máquina haciendo un ruido insoportable, traumatismo que no han sabido corregir ni los psicólogos. Y eso que es de marca italiana, como Silvio.
Y como el día a día es una sorpresa, leo que están vendiendo leche materna (reedición de las amas de cría pero envasada) como lo más de lo más. Y pienso que las nuevas generaciones ( ¡) rechazan la lecha de cabra porque les resulta muy fuerte y, la verdad, no los veo, aunque todo es posible, pidiendo en el bar que es la esencia de este cuento muy real y republicano, un chupito de tafor extraído directamente de la ubre de una madre en tiempo y forma. Todo sea por mantener la familia tradicional, aunque mucho bobancón que uno ve por ahí fue alimentado con el tafor de la criadas que se vengaron, subrepticiamente, de la familia a la que servía y fueron – sin saberlo - pioneras de la lucha contra el terrorismo lácteo y del agua (¿H2O?), compañera indispensable para que las máquinas latinas sigan resollando, asunto muy importante que trataremos – si dios quiere – en próximas fechas, después de pascua o de las elecciones. Apúntelo por ay, cristiano (Ronaldo): el agua, que fue y es el gran poder de la bola del mundo será el gobierno de la Tierra, y el café sin el líquido elemento, menudo es él, no saldrá por las toberas, y, entonces, en las amanecidas que estamos relatando no habría café ni nada. Y el camarero sigue enfadado porque piensa que ni tanto ni tan poco, yo pago los recibos, consio, y no hay derecho porque uno cumple con sus impuestos y me están pasando la pelota del ayuntamiento a la compañía del agua, no sé a quién acudir.
Algún día no muy lejano, premios nobeles americanos que pagan la cuota reglamentaria a las frioleras monarquías nórdicas, harán una tesis que demostrará que el café es malo y, ¿por qué no?, que el tabaco tiene efectos ansiolíticos, moderadamente, y que el atún rojo – por ser rojo – no es bueno en la cena. Y todo se repite. Hasta el padrenuestro. Y nos creímos lo de “perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Y en ese momento dado, pedimos un café al gusto del consumidor.
Y la vieja ruinita pide al barman que le caliente bien la leche, que para eso paga. Y sopla.
Como la Coca-Cola, que es pariente del café; más que nada por el color.
Que es casi negra y es coca. Y cola. (La cola somos nosotros). O el rabo que es parecido.
Cheche Dorta