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Guía de Isora 24 de Mayo de 2011
La tea quemada del Obispado
sirve de arte benéfico
Titular de prensa de estos días emitida por el gabinete
de prensa de la jerarquía provincial de la Iglesia Católica
sita en La Laguna, tan de moda,  que en la entradilla abunda diciendo: “la madera de tea de 400 años quemada en el incendio del Obispado tinerfeño, ha sido utilizada por el artista (…) Enrique Oramas para una original colección de 34 esculturas, parte de cuya venta tendrá fines benéficos”.
¡Ay Señor!  Otro negocio más, comenta un insurrecto.

De manera que una vez que ya se restauró en tiempo record el espléndido edificio del obispado en La Laguna, después que se quemó y sin investigación sobre este caso, ni como escaparon ilesos tanto cura reunido, viene ahora una oferta para comprar astillas, convenientemente texturadas por un artista conceptual,  para que el templo de los mercaderes siga haciendo trueque o mercadeo. Y es que nuestro obispo es más listo que una tea (algo indefinible, pero que todo feligrés comprende) y continúa su labor de apóstol vendiendo humo que se comprará sin duda.

¡Ay Dios!

Recuerdo otro incendio que se produjo a principios de los años sesenta del pasado siglo, la Iglesia de San Agustín aledaña al instituto de Canarias que sigue sin restaurarse (algún puesto de trabajo daría) mostrando su esqueleto arquitectónico sin que nada ni nadie haya explicado – como lo del palacio episcopal –  que en tiempos de paz pactada (…) se sigan quemándose las iglesias y que en este último incidente (…) hayan escapado un montón de curas, insistimos en plan letanía, que ni olieron a cuerno quemado. Perdón. Y no le echaron la culpa a los republicanos quemadores de iglesias de milagro, más que nada porque ya no quedan republicanos ni en el Ateneo.

¡Ay, ay, ay…!

Pero ahora tiene usted, carísimo, la oportunidad de adquirir una escultura de tea de calidad a precios populares (…) que proviene de un incendio del palacio (no quiero ni acordarme, dice un acólito; escapamos de milagro, gracias  a Dios) y que adornará con clase su salita de estar, sobre el televisor a proponer.

¡Ay…!

Y yo, vuestro obispo, os invito a que colaboren, ya que con esa aportación, con ese óbolo, podremos seguir con la construcción de otras iglesias ignífugas como una sotana de fórmula uno, para que podais comprobar que el infierno está aquí y en el cielo gloria. El limbo ya se quedó allá en la galaxia indemostrable; lo sancionó Juan Pablo Segundo que está en los cañones para ser elevado a los altares.

¡Ay San Cristóbal!

Antes de decir podéis ir en paz y hacer la señal de la cruz, no quiero perder la oportunidad de hacer un recuerdo, retrospectivo, de mi antecesor don Luis Franco Cascón que, con buen criterio coyuntural, prohibió los bailes el día de los patronos/as de nuestras fiestas. La memoria es mollar, pero la historia – aunque se quemó el archivo y la vajilla – está ahí. Así que imaginaos, hermanos, una fiesta sin baile y sin relajos que a nada conducen. Comprad las teas porque son reliquias que no tienen precio – ji, ji –, además de ser muy listas, y que el que tenga poder adquisitivo y compre estas obras tendrá muchos años de indulgencia, lo que se traduce en que estareissss menos años en el Purgatorio, ni regañados ni nada. Tranqui.

El fuego purifica.

Cheche Dorta