Y uno se imagina al probo empleado de la oficina debatiéndose entre un mar de dudas – solo dos mares, solo dos dudas, como desde el principio de los siglos – ante los padres que discuten en ese escenario inapropiado, quién va primero y que apellido llevará la inocente criatura, fruto de esa unión que ahora se muestra pero que muy desunida. O sea que ambos progenitores van al Registro a ponerse en manos de un (inocente) secretario que ha visto mucho entre legajos y que por eso tiene un callo importante como un día de fiesta y ya nada le coge de sorpresa. Lo que puede dar lugar a que un día se caliente y le bautice, a ver si me comprende, Pérez en lugar de Perestelo, o Feo en primer lugar y Bello en segundo, diciendo: “me es inverosímil”. Y los progenitores, mirándose con saña, ¿no te lo decia? ¡Tú tienes la culpa!, se echan en cara ambos al unísono. Qué necesidad, diría un filósofo de la tierra. Y no le falta razón. Porque perder el tiempo en algo que no se demanda es un trabajo inútil que seguramente tendrá más conflictos que efectos paliativos. El escenario anterior puede ser un ensayo propicio, al que regresamos, ya que se me ocurren otros patronímicos cocuseros, pero que han pasado por la pila (bautismal, ojo) y que están desde siempre en el machito del poder y la influencia: Borrego, Becerra, Cabeza de Vaca, Conejo, Hermoso (el orden de los factores lo pone, desde ahora, el secretario), Verdugo, Carnicero, Matamoros, Pamparacuatro (dispense usía), Manchado, Puerta, Postigo, Barriga, Vinagre, Grillo (¡ay!), Rojo o Izquierdo, Culebra, Gusano( este es bastante bueno), Tullido (tampoco está mal), Barranco, Escudero, Peón (tres grados menos que un perro), Rufián (existe), Bandoleros a punta pala, Corujos no sé por qué, canelos y cachorros y – esto que quede entre nosotros porque está en las hemerotecas- se eligió un diputado al parlamento de Canarias que se apellidaba ¡Chocho!, si señor, ¡Chocho!, así como lo oye….y el sorondongo conejero que también se las trae, que fue votado y elegido y puesto en la urna por muchos y muchas que no leyeron la papeleta, salió diputado un tal Chocho, sí y por la isla de Lanzarote, que después de Manrique ni se parece. Y lo dejamos porque si nos metemos en los nombretes nos da el alba, dicho en plan, así, como en negativo o quijotesco. Un asunto que se tratará después del veintipico del mes de los bobos.
O sea que el citado funcionario tendrá ante sí la venganza que ha ido inculcando en su alma de disciplinado ser que quiere ser otro ser, pero se es lo que se que quiere ser o que se pueda ser. Y ahora, en el mes de las primeras y tal vez últimas comuniones, el de María, un hálito de beatífica esperanza me envuelve y me da la posibilidad de poner firmes a los que me han descontrolado. Uno, yo – dice – pongo en fila india, que así pierden en todas las películas, lo que la ley me ampara. Y como tengo regular caligrafía escribo en el libro de familia o en los legajos, lo que me plazca, ¡ji, ji!....etc. ¿Feo o Bello?, ay. Y les digo que se tranquilicen, porque en esta tierra se hace exámenes para todo, no así para ser padres y hacer personas, fecha et supra, ¡ños!
Me pongo en el lugar del funcionario y siento algo parecido a la pena, porque a este hombrito le cae encima una responsabilidad que no tienen los jueces. No hay derecho, se queja, pero ya es tarde y debo tomar lo positivo del asunto y ahora que tengo algo de poder, pues, le pongo al muchacho el apellido que mejor me suene, ¿lo entiende?, no; pues yo mando en esta habitación. Así que…me da lo mismo, me es indiferente, que sea bello o feo, que borrego o becerra, que barriga o verde, que puede ser un insulto o un apellido ilustre. Antes citamos Cabeza de Vaca o Matamoros, brutales pero aceptados por la plebe (España es un Reino donde la plebe es lo plebeyo, otra clase más baja que ha mantenido y mantiene a la clase considerada más alta) como si dentro de su semántica tuvieran o tuviesen una connotación más o menos positiva. Es decir que todo se repite.
Leo, dice el secretario: cuándo se trate de victimas de violencia de género o de sus descendientes que vivan o hayan vivido en hogares en que se haya producido tal situación, así como en aquellos supuestos en los que la urgencia de la situación o las circunstancias excepcionales lo requieran, podrá autorizarse el cambio de apellidos por orden del Ministerio de Justicia, en los términos fijados reglamentariamente…lee el hombrito y se seca las boqueras que marcan de blanca baba las comisuras de sus labios, casi resecos. Esto es demasiado para mí, reflexiona, pero hay que acatar la sentencia, uno… obedece dentro de lo que cabe. Uno…, no sé…no puedo echarme al monte. Bien quisiera. Sería mejor, piensa, que el niño decida cuando sea un hombre si es que llega y mientras, ¿mientras tanto? ¿Qué hacer?...no sé.
Así que a partir de ahora mismo, un tierno infante que no tenga sangre real – reparen señores y señoras canarios todos, que lo gomeros y los de Arona, por ejemplo, o sus autoridades electas han tenido pero muy poca vergüenza, bautizando a sus auditorios o infraestructuras de sordos como infanta Leonor o Príncipe Felipe- tendrá el apellido con medallas de plata o de bronce mientras suena el himno y sube la bandera rojigualda y acompañada por la preautonómica y la europea (inédito e insólito según se levante el secretario o que durmiera con el culo destapado, perdón). Y ya se dijo que este perfecto conductor tiene un fuerte callo por lo que ha oído y visto y se vengará firmando en el folio. Le pongo Pérez y ya está, ¿estamos? Puedo certificar González o Rodríguez, ¿vale?, pues eso. Y ustedes seguirán prolongando estos patronímicos que a nada conducen. O sea que pónganse de acuerdo y vayan al bar de al lado y bébanse un cortadito, que no te enteras chaval. Yo aprovecho los diez minutos. Me siento bien y cuando regresen a esta mesa en la que ostento el poder, tendrán a su vástago apuntado para siempre a mi modo y manera. Y me olvido de la falta de medios, que siempre hemos tenido los que apuntamos todo, los que de verdad hacemos el censo escriturado. Así que tranquilos que vendrán reglas más tenaces, a proponer: que uno, yo el secretario, le ponga el nombre a la criatura que no tiene culpa y que a lo mejor me lo agradece. Hasta la fecha obedezco al Juez de Paz, como marca el reglamento, que es el hombre respetoso, serio y formal que, en el fondo, es el que firma los libros de familia. Yo….no me acuerdo de ese diputado, dice el votante. Pero fue aforado, electo y persona principal de Canarias a pesar de su apellido: Chocho…¡que graciosa es esta anécdota! Y como estarán esas verijas.
Todo se andará.
Cheche Dorta