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Tenerife 26 de Septiembre de 2011
¿Qué finalidad tiene el copago sanitario?
Últimamente hemos oído la posibilidad de la implantación del “copago sanitario”, que como ocurre en la mayoría de las ocasiones, nuestros dirigentes políticos, no han sabido o, en este caso no han querido explicar, generando una incertidumbre entre la población por ser concientes de que otra tropelía se nos viene encima.
Siendo simplistas podríamos decir que el “copago” consiste en participar en el gastos que supone el hacer uso de unos servicios, que en este caso su gratuidad, por denominarla de alguna manera, debe ser ampliado, puesto que el acudir a una centro sanitario es como consecuencia de elementos externos, descartando la actividad caprichosa y voluntariosa. Aunque lo realmente sorprendente es que se le de este nombre, ya que los servicios sanitarios ya lo estamos pagando, a través de los impuestos, porque los costes de atención sanitaria son sufragados por las correspondientes partidas presupuestarias de las diversas administraciones, por lo que el nombre real sería “el repago”, es decir pagar dos o más veces un servicio, que por derecho y justicia nos corresponde.

El postulado que mantienen los dirigentes políticos de que con el “copago” se reducen los costes en sanidad, es una falacia. En Oregón (E.E.U.U.), durante el año 2003, se implantó el sistema de copago sanitario, catalogando el importe a abonar por el paciente, atendiendo a los servicios que precisase: Atención primaria, Consultas externas hospitalarias, Consultas especializadas, Urgencias y, hospitalarias. El resultado no pudo ser más claro y demoledor para la salud de los habitantes ni para las arcas públicas.

El hecho de tener que abonar una cantidad de dinero por acudir a ser observado por una facultativo disminuyó el número de pacientes, pero cuando se acudía ofrecía un cuadro médico más grave por el simple hecho de demorar la asistencia sanitaria hasta que el enfermo no tenía otra opción que acudir, ante el incremento de la gravedad de su enfermedad, de ahí que en ese periodo disminuyese el número de ingresados hospitalarios en un 5,7%, pero el coste por paciente ingresado se incrementase en un 20%. Al convertirse “el copago” en un efecto disuasorio, se disminuyó el coste y la asistencia en la atención primaria, pero se incrementó en la consulta especializada en un 13,5%, elevándose el coste por paciente al 19,7%. La conclusión final es que el sistema sanitario sufrió un sobre coste del 9,5% por habitante.

Los estudios realizados en los países europeos, con este sistema de “copago”, son arrolladores. En Italia, por ejemplo, que se abona la cantidad de dos euros por asistencia a la atención primaria, esta suponiendo un retraso en acudir al médico, posponiéndolo para cuando la enfermedad es de consecuencia más graves, con el consiguiente perjuicio para las personas y, el incremento del coste sanitario para las arcas pública. En Portugal, donde se ha introducido recientemente esta modalidad, se están observando un descenso en la asistencia a la consulta de la atención familiar, apareciendo casos de cáncer con una gravedad hasta ahora desconocida, todo ello por las dificultades en un descubrimiento precoz.

La situación actual del sistema sanitario que nos afecta, es propicia par la implantación del sistema de “copago”, aún siendo consientes de lo datos que incrementan el gasto sanitario y el deterioro de la salud de las personas, como consecuencia de la vertiginosa, peligrosa y,  acelerada huida hacia la privatización de la sanidad. Tengamos en cuenta que de las cantidades destinadas, en los presupuestos públicos, a la atención sanitaria, entre el 80 y 90% de los mismos están destinados a la atención especializada y hospitalaria, es decir ahí esta el gran melón apetecible por los especuladores y, entre el 10 y 20% a la atención primaria. Esto supone que con el copago disminuye la asistencia a la atención primaria y, se incremente el gasto por paciente en las consultas especializadas y en las hospitalarias, para mayor gloria del empresariado sanitario.

Esto pudiese suponer que llegado a un momento determinado, la administración pública no lograse soportar el elevado coste económico, optando por eliminar algunas patologías de la atención “de repago”, para dejarla en manos de “los mercados” el coste para los pacientes. Y aquí entra un tema aún más delicado: Las clases de poco poder adquisitivo, tendrían que privarse del “lujo de asistencia médica”, con el consiguiente hecho de la disminución de la calidad de vida y, una grave reducción en la longevidad de la población, amén de que las empresas privadas tienen por objetivo la obtención de beneficios, lo que fomentaría, en el seno de sus empresas, la precariedad del trabajo, reducción de plantilla, incentivar los tratamientos del paciente rentable, en detrimento de la personas que ofrezca pocas o nulas expectativas de rentabilidad económica por su tratamiento, es decir desigualdad en el trato dependiendo de la rentabilidad economica.

El perfeccionamiento y eficacia de un sistema sanitario pasa por la mejora de los elementos que componen dicho sistema, perfeccionando la atención primaria y especializada, convirtiéndola en una actividad preventiva y educativa, evitando en lo posible, la hospitalización innecesaria, lo que redundaría en una mejor calidad de vida de las personas, al tiempo que se reducen los costes sanitarios, aunque para ello se evite el fomentar los incrementos en las cuentas de resultados de las empresas sanitarias privadas.

No es de justicia que para que unos pocos se enriquezcan, el resto vea deteriorada su salud y, encima sufrague con sus impuestos y, sus escasos recursos, los beneficios de los de siempre.

Toño Linares
Comentarios
Vayan agachandose,que se aproxima el empalador.