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Tenerife 8 de Junio de 2011
Yo no fui candidato ni lo quiero ser
Tras la noche del 22 M,  pasadas varias semanas encontramos como resaca poselectoral  los carteles, letreros y vallas, con anuncios que nos aplastaron en quince días de nerviosas campañas partidistas.  Y que ahora son papel mojado.
La votación ya pasó.  Esta vez, preludiada y matizada por un marco de concurridas protestas populares pacíficas en grandes plazas.

Los resultados aritméticos están a la vista, por encima de participaciones y de abstenciones, de reclamos y de votos en blanco. Aunque el álgebra de las componendas sigue modificando históricamente las mayorías y minorías en la distribución de poderes y debilidades, de exigencias y concesiones,  que procuren mayorías necesarias para que las minorías puedan ganar plenos y gobernar.

Porque  si no... "El enemigo de mi enemigo es mi amigo".

Lo inmutable ahora son,  por semanas, las caras de los ex candidatos: fotos para archivo de sonrisas inocentes, cautivantes.  De rostros distendidos y cordiales.  De seductoras miradas directas, llenas de ternura y convicción.

Los vencedores en la contienda cívica pueblerina tienen en directo, ahora, casi la misma sonrisa. Aunque la expresión congelada en los letreros suma, en vivo,  algún rictus de firmeza, de duda y hasta de preocupación, ante el compromiso de pagar esa hipoteca que es el precio de la victoria: cumplir con lo prometido.  Y con estos presupuestos.   Y de soportar las crispaciones opositoras.

Y las de los votantes y no votantes.

Los perdedores, que son muchos más, tienen en la vida real la distensión de dar por perdido lo perdido.  Otra vez será.

Pero sus imágenes inmutables de la campaña palidecen, aburridas, tristes y devaluadas, inútiles y casi ridículas en las vallas, a la espera de que alguna piadosa mano compañera les libre pronto de la pena de estar colgadas como los ahorcados, tras la votación. Y  los cabildeos que matizan el resultado de las urnas.

Andrés Julio Farenga