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Canarias 28 de Noviembre de 2011
Justificación turística
A nadie pasa inadvertida la crisis turística que alberga, el Puerto de la Cruz y Tenerife en los últimos años. En un mercado cada vez más competitivo, necesitamos replantearnos nuestro papel y jugar nuevas bazas, audaces y originales, para poder recuperar nuestra pasada situación, estabilizarnos y posicionarnos con un producto de calidad.
En el marco mundial actual, en turismo no podemos bajar la escala, no podemos competir con precios bajos, como hemos hecho en las últimas décadas, frente a las ofertas que surgen desde la cuenca del Mediterráneo, África, o Latinoamérica. Las ofertas de todo incluido aunque aparecen como “la última solución” a un problema que ya “no tiene solución” a medio plazo. Quizás en este último verano hemos sobrevivido por una crisis que obliga a consumidores a buscar una oferta “más barata”, y con menor coste de transporte, paradójicamente ubicada en la sociedad más rica, la que le cuesta más aguantar este escenario.

Quién crea que esto es una situación coyuntural que se solucionará con megaproyectos olvida que cada día hay más mercados poniéndose en liza, sin presión, con playas desiertas de agua transparente, de bajos precios y una mano de obra ansiosa porque llegue el maná del turismo: países como Nicaragua, Panamá, Brasil, Dubait, India, etc. se están posicionando en el panorama mundial, con todo el apoyo económico de las multinacionales del sector. Incluso muchos de los que apostaron en el pasado por Canarias, ahora acuden a Cabo Verde, Mauritania o Senegal, para realizar las mismas acciones que nos han llevado a nuestra actual situación, para convertirnos en una competencia con la que no podemos luchar, a pesar de la menor distancia.

Basta con mirar a Palma de Mallorca, lugar de procedencia de muchos touroperadores españoles, más próximo que nosotros al continente europeo y que en verano no recibe sino jóvenes alemanes de todo incluido y borrachera diaria. ¿Es ese nuestro espejo?, ¿tenemos la clase empresarial que irá a buscar clientes en los mercados europeos?, ¿nos bastará con los españoles en verano?

Ante esta situación, me comentaba el experto en turismo y economista Lorenzo Soriano, nos quedan dos opciones:

1. Aguantar hasta que podamos, aprovechando la situación del norte de África, y ver como nuestra sociedad, turismo-dependienta, continua en recesión y subsiste del Estado. Porque me pregunto, a dónde vamos a buscar soluciones en los otros sectores económicos que no hemos desarrollado o nos hemos cargado, como el sector primario (la agricultura).

2. Utilizar el esfuerzo que hemos realizado hasta el momento y reestructurar nuestra oferta, buscando nuevos mercados e intentar salir adelante conjuntamente con nuestra sociedad y territorio. No sólo con la inoperancia política.

Los nuevos modelos emergentes, que subsisten a la crisis, incluso siendo “viejas glorias del turismo de antaño”, se decantan por la calidad de sus productos, y cuando hablamos de productos no sólo nos referimos a la comida, la limpieza o el buen hacer de las personas que nos atienden. Es un concepto más amplio, acorde con las exigencias de las sociedades desarrolladas, sobre todo las que proceden de Europa, principal emisor mundial de turistas, personas que buscan calidad paisajística, cultura, paz y tranquilidad, autenticidad, identidad, compromiso medioambiental, etc.

Junto a esta búsqueda de la calidad, sabemos como crear un destino turístico con identidad propia, diferenciado de otros lugares. Cuáles son los nuevos objetivos para ser competitivos: abrirnos a otros mercados que no hemos explotado, buscar nuestros clientes utilizando vías de comercialización fuera de los que nos valoran simplemente por nuestra capacidad de “bajar nuestros precios a sus demandas”.

Ir por el camino más duro supone un reto lleno de estrategias y objetivos que cambiarían sustancialmente la imagen de la Isla (Puerto de la Cruz, el Sur, y probablemente del Valle de la Orotava, en las próximas décadas. Nuestras iniciativas estarían enmarcadas en políticas a largo plazo. Olvidarnos del pan para mañana requiere un esfuerzo por parte de todos, de los dirigentes políticos como de las sociedades que quieren soluciones ¡ya! para problemas estructurales.

Si observamos nuestro municipio, veremos un pueblo prácticamente urbanizado, con poco suelo rústico y rodeado de edificaciones. El urbanismo salvaje desde los años sesenta transformó un bonito pueblo canario en lo que somos. Ahora, más concienciados ante nuestra situación, intentamos ser más cuidadosos, pero realmente somos poco intervencionistas.

Hagámonos unas simples preguntas: ¿cuántos edificios de tu ciudad votarías al suelo?, ¿cuántos edificios no hubieras dejado caer? Todos tendríamos nuestras respuestas, a veces más comunes, otras no; pero si analizamos lo que ha ocurrido, todos estaríamos de acuerdo en que la tendencia ha sido el destruir nuestro patrimonio, a diferentes velocidades, en favor del “desarrollo”. Ahora muchos de nuestros edificios tienen una función social, económica o administrativa, por lo que volver hacia atrás es muy difícil. Aún así tendríamos que hacer un esfuerzo en ese sentido, en valorizar lo poco que nos queda.

Quizás el mejor de nuestros recursos, el que nos abrió el camino del turismo y aunque esté en muy mal estado, es el mar. Comentaba Lorenzo Soriano. Somos un pueblo costero, abierto al océano, espacial y vocacionalmente, y aún así, lo maltratamos. Curiosa la relación de odio – afecto que le tenemos: lo queremos y nos distingue como identidad, vivimos nuestra mayor fiesta en él, lo hemos aprovechado como depósito de alimentos y turistas acalorados, pero lo mal cuidamos, contaminamos, esquilmamos (la pesca en el Norte de Tenerife no tiene otro nombre) y pretendemos destruir sus fondos con grandes infraestructuras. Una riqueza que desconocemos y en base a ello creemos que lo aguanta todo.

Como pueblo ribereño, debemos utilizar esta característica como uno de los pilares que sustente nuestra identidad turística. Cambiamos lo que nos ocurría en el pasado,  creando piscinas artificiales en un litoral único en Canarias, para seguir los pasos de César Manrique, que con mayor o menor acierto, reclamo su protagonismo y nos abrió a él, después de darle la espalda.

Continuar en la misma senda supone, también, un enriquecimiento de los ciudadanos del Puerto de la Cruz, una valorización y diversificación de nuestra oferta turística, y un posicionamiento en unos postulados cercanos a las nuevas demandas sociales propias y de quienes nos visitan.

Pero para ello debemos consensuar una estrategia a largo plazo que ponga en funcionamiento recursos humanos; materiales y económicos; para poder acercarnos a nuestro entorno marino, conocerlo, valorarlo, utilizarlo como un patrimonio que repercuta positivamente a nivel social y económico y ponerlo en el abanico de las muchas posibilidades que se podría encontrar un turista inquieto que valore la autenticidad y la calidad global antes que la mediocre uniformidad que nos ofertan.

Antonio Pastor