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Adeje 13 de Agosto de 2008
Desde qué púlpito
viene la prédica
Todo el mundo se ha enterado que el Presidente de los
Estados Unidos en su visita a China con la ocasión de
los Juegos Olímpicos, ha tenido el valor de pedir a los
gobernantes Chinos el respeto de los derechos humanos.

Todo el mundo está al tanto que en este país estos principios no son respetados. Las cárceles China están llenas de disidentes políticos, religiosos, integrantes de organizaciones no gubernamentales, periodista en buena sustancia de gente que molesta a la nomenclatura china.

El recuerdo de la represión en la plaza de Tieneman está todavía presente, después de años en la memoria de todos. Este fue un evento que conocemos por la gran difusión que la noticia ha tenido. Todos los medios de comunicación de este planeta publicaron la crónica, todos menos los medios informativos chinos.

El Presidente de los Estados Unidos no fue el único mandatario que pretendió de los gobernantes de aquel país el respeto de los Derechos Humanos. Lo hicieron de una forma más o menos blanda muchos de los personajes grandes o menos grandes que reclamó la aplicación de estos sacrosantos acuerdos internacionales. Pero lo que obtuvo mayor resonancia fue la intervención de George Bush.

Tras los motivo de esta mayor resonancia está indudablemente el hecho que la amonestación venía del jefe del más potente estado del planeta. El que por su poderío internacional podía permitirse un enfrentamiento con el otro nuevo, potente monstruo de la economía mundial.

Personalmente no me llamó la atención ninguna motivación sino la que me viene del dicho de no ver el palo que uno tiene en sus propios ojos.

Este mandatario americano reprochaba al otro de detener gente, de no respetar los derechos humanos, de haber invadido el Tíbet un montonazo y de etc. mientras que el tejano estuviera limpio de todas las acusaciones. Él nunca tuvo gente encarcelada y respetaba los derechos humanos, como en Guantánamo. Nunca se manchó para invadir un estado extranjero. Lo de Haití, de Corea, de Vietnam fueron incidentes esporádicos de ningún valor. Si actualmente está empujando a unos cuantos países suramericanos no es su gobierno que lo está instigando, sino más bien sus servicios secretos, y si sus hombres han tenido sometidos pueblos enteros del sur de América a una constante esclavitud económica y social, es posible que fuera obra de un raro espíritu santo que diariamente él invoca en su plegaria.

Vaya morro. Claro, un morro americano a lo cual todo es permitido,

Benito Capone