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Arono 11 de Junio de 2008
La confianza
Decían nuestros mayores que la confianza hay que ganársela. La propia en sí mismo o la de los demás, me pregunto yo. ¡Las dos! –me contesta una señora llamada Conciencia que habita en mi ser interior.
En la actualidad, mi impresión personal, es que te la exigen, pero no como un acto de que la confianza prestada o adquirida es sinónimo de honestidad u honradez. Sino más bien como un teatrillo dónde cada uno busca la confianza del otro para manejarla según sus apetencias y enmascarar las propias intenciones. Es como ese contrato de una sola copia que pudiera servir sólo al interés del que tiene la firma del otro registrada. Vincula pero sólo unilateralmente.

En este cambalache, como escribió Enrique Sánchez Discépolo, en el que nos ha tocado malvivir nadie es lo que parece, nadie dice toda la verdad, es más se dicen verdades mezcladas con mentirijillas, exageraciones intencionadas y falsedades maravillosas. Mentiríamos hasta a la propia Muerte disfrazándonos de lagarteranas, con perdón, si con ello evitamos el mínimo retraso en enfrentarnos a nuestra propia mezquindad.

Ante alguien que nos interesa o que buscamos su lealtad para comprometerlo, podemos decir que sí y que no, y además todo lo contrario. No es de extrañar que cuando algunos pobres de espíritu detectamos la enésima traición baladí y gratuita nos hinchemos a antidepresivos y otros medicamentos cuyos nombres terminan en “epam”. Una vez más pasadas nuestras crisis anímico-animales-racionales nos proponemos que también utilizaremos esa conducta aprehendida porque “el mundo está así” pero a la mínima de cambio volvemos a las andadas y nos convertimos en el cazador cazado (sabemos la teoría pero nos falla la práctica), como decía un conocido “es que nos enseñaron a comportarnos según un código ético y moral trasnochado y en desuso… ¡y encima a sabiendas!” pero cuando lo dejamos de usar nuestra conciencia nos juega malas pasadas. Otra vez en crisis y a la farmacia. Encima los que tenemos que tutelar a gente joven nos encontramos en la disyuntiva, porque repito la teoría la conocemos, de la enseñanza del método “el mundo es así” o “nosotros debemos ser así”. Como dice un conocido: “yo ya no sé si soy de los nuestros”.

¡Que allá en el Horno
nos vamo´a encontrar...!
No pienses más; siéntate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao...
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley.
(fragmento de Sánchez Discépolo)
Antonio Núñez-López
playadeloscristianos@gmail.com